SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD

SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD

Por nuestro Párroco, el Padre Carmelo Jiménez

El domingo después de Pentecostés celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, tres Divinas Personas distintas entre sí, un solo Dios. Este un misterio del cual poco podemos decir, pero si podemos irlo conociendo en la medida que nos acercamos más y más a Dios.

Aunque es un dogma difícil de entender, fue lo primero que entendieron los Apóstoles. Después de la Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés, comprendieron que el único Dios era: Padre, Hijo y Espíritu Santo, actuando en ellos y en toda la creación de forma unísona. Es decir, que aunque la acción de cada uno de las Divinas Personas es propia, nunca actúan solos. Así lo reconoce san Pablo: “Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado” (Rom 5: 1. 5)

Cada vez que hacemos la Señal de la Cruz sobre nuestro cuerpo, recordamos el misterio de la Santísima Trinidad.

* En el nombre del Padre: Ponemos la mano sobre la frente, señalando el cerebro que controla todo nuestro cuerpo, recordando en forma simbólica que Dios es la fuente de nuestra vida.

*…y del Hijo: Colocamos la mano en el pecho, donde está el corazón, que simboliza al amor. Recordamos con ello que por amor a los hombres, Jesucristo se encarnó, murió y resucitó para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.

*…Y del Espíritu Santo: Colocamos la mano en el hombro izquierdo y luego en el derecho, recordando que el Espíritu Santo nos ayuda a cargar con el peso de nuestra vida, el que nos ilumina y nos da la gracia para vivir de acuerdo a los mandatos de Jesucristo.

“Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena” (Jn 16: 13a). Este texto de san Juan nos da a conocer tres puntos importante entre Jesucristo y el Espíritu Santo: en primer lugar, la diferenciación entre los dos en su ser y actuar (es el otro Paráclito); en segundo lugar, su armónica comunión en la actuación a favor de los hombres; en tercer lugar, la continuidad entre los dos. El Espíritu Santo actúa en los discípulos hasta llevarlos a la verdad plena que es Cristo. Y es así como actúa hoy en nosotros, que nos va revelando las verdades de fe hasta alcanzar la verdad plena.

“El me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes” (Jn 16: 14-15). Recordemos que Dios se ha revelado en y a través de la historia de la salvación. Esa es una característica de la revelación bíblica. A Dios se le conoce a través de lo que hace, porque se manifiesta a través de las realizaciones de la salvación, esa es la única manera de conocerlo. En este texto es Jesús hablando de lo que hará el Espíritu Santo, que transmitirá lo que tome del Padre y de Él.

Y cuando Jesús ora por la unidad en la comunidad, en el capítulo 16 del evangelio de San Juan, dirige la mirada de sus oyentes y lectores hacia la admirable e indisoluble unidad que hay entre la Trinidad Santa, presentada como la causa y el modelo ejemplar de la verdadera comunión. Y sólo en esa comunión se alcanza la verdadera felicidad del hombre. Hoy les invito a orar para que Dios se nos siga revelando, que sus obras misericordiosas nos llenen de amor y que permanezcamos unidos a Él, hasta alcanzar la salvación eterna.

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