¿QUIÉN DICE LA GENTE / QUIEN DICES QUE SOY YO?

XII DOMINGO ORDINARIO

¿QUIÉN DICE LA GENTE / QUIEN DICES QUE SOY YO?

Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Ahora sí ya estamos celebrando el domingo doceavo del tiempo ordinario. Si recibieron la semana pasada y decía que era doceavo, ese fue error mío, ni siquiera error de dedo, sino de mi mente. Bueno, por eso pido disculpas.

Este domingo doceavo del tiempo ordinario, nos encontramos con una pregunta que va más allá de ser histórica, sino que es real y es para nuestro tiempo, para ti y para mí: ¿Quien dice la gente que soy Yo?

“Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: ‘¿Quién dice la gente que soy yo?’” (Lc 9: 18). Llama la atención y sorprende la pregunta de Jesús. Y con esa pregunta surgen muchas más preguntas para nosotros, ahora que leemos el Evangelio ¿Quién tiene interés en esa pregunta? ¿Fue Jesús realmente el que planteó esta pregunta a los discípulos? O, dicho de otra manera, ¿tenía Jesús algún interés en saber lo que las gentes opinaban de él? ¿Para qué? O podríamos preguntarnos ¿Fue acaso la comunidad posterior a la pascua la que se encuentra con estas preguntas y respuestas? De cualquier manera, la figura de Jesús ha suscitado siempre preguntas inquietantes. Este relato evangélico tiene como finalidad sembrar estas preguntas sobre Jesús. ¿Quién es Jesús? ¿Quién es este hombre que dice ser Hijo de Dios? Todas las respuestas corresponden a las esperanzas de Israel y revelan las esperanzas que las gentes abrigaban.

“Él les dijo: ‘Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?’ Respondió Pedro: ‘El Mesías de Dios’” (Lc 9: 20). Podríamos preguntarnos ¿cuál fue la verdadera respuesta de Pedro? Pedro da una respuesta que desborda sus esperanzas mesiánicas. Recordemos que Israel estaba a la expectativa de la llegada de un Mesías con determinadas características. En ese Mesías cree Pedro. El Mesías procedía de la dinastía real davídica. Pero la respuesta de Pedro va mucho más lejos. Esta realidad, que desborda la comprensión judía del Mesías, es el reconocimiento de que es realmente el Hijo de Dios de un modo único, singular e irrepetible. Así lo cree Lucas, por eso lo transmite en su evangelio.

“Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará” (Lc 9: 23-24). He leído y me gusta leer a José Luis Martin Descalzo, especialmente su obra de: Vida y misterio de Jesús de Nazaret, en la que afirma respecto a esta pregunta: “Jesús exige respuestas absolutas. Él asegura que, creyendo en él, el hombre salva su vida e, ignorándole, la pierde. Este hombre se presenta como el camino, la verdad y la vida (Juan 14, 6). Por tanto -si esto es verdad- nuestro camino, nuestra vida, cambian según sea nuestra respuesta a la pregunta sobre su persona. ¿Y cómo responder sin conocerle, sin haberse acercado a su historia, sin contemplar los entresijos de su alma, sin haber leído y releído sus palabras?” La única manera de asumir verdaderamente el discipulado de Jesús es conocerlo y es entonces que nos adherimos a su persona, a su misión, y a la búsqueda de nuestra salvación.

Hoy como hace 2,000 años estamos llamados, como Pedro a dar testimonio de Jesús como nuestro Mesías y Salvador. Hoy somos invitados, en medio de nuestras dudas y búsquedas, a dar el salto necesario que, partiendo de la humanidad de Jesús, alcance a su verdadera naturaleza y que fundamenta realmente la esperanza de la humanidad. La verdadera esperanza de los hombres trasciende la historia, la temporalidad y las barreras de este mundo. Para esta tarea hemos sido convocados los discípulos de Jesús

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