LOS POBRES, LAS VIUDAS Y LOS INMIGRANTES

XXX DOMINGO ORDINARIO

LOS POBRES, LAS VIUDAS Y LOS INMIGRANTES

Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Este domingo XXX del tiempo ordinario nos trae un tema para reflexionar que es muy fuerte. ¿Cómo poder presentarlo sin causar molestia? Pero si en tu corazón sientes molestia, cualquier sentimiento, bueno o malo, de aceptación o de rechazo, va a ser bueno, porque eso me dará a conocer que el tema sigue siendo actual y necesita una respuesta.

“No hagas sufrir ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor” (Ex 22: 20-22). El R. P. Pedro Herrasti, S.M. en una reflexión sobre la teología de la liberación: “En nuestra patria, tan rica en posibilidades viven millones en extrema pobreza, en caseríos diseminados a lo largo y ancho de nuestro territorio sin la menor esperanza de un futuro mejor. Cuántos deben abandonar sus lugares de origen para tratar de ir ‘al otro lado’ en ese vergonzoso espectáculo de los indocumentados expuestos a toda clase de peligros por parte de los ‘polleros’ y otros explotadores, porque en México no tienen oportunidades de progresar” (Folleto EVC # 18: La Teología de la Liberación). Y yo completaría la lista de no solo mexicanos, pero también guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, y toda América, y burmises, y europeos y del mundo entero, que salen de su país, y van en búsqueda de otro lugar que les dé una oportunidad; hablo no solo de Estados Unidos. Pero al llegar al otro lugar, encuentran las puertas cerradas, y los discriminan por ser ilegales e indocumentados, y les dan distintos nombres. Incluso, en la misma Iglesia, se encuentran rechazos –nota aparte: estoy escribiendo esto y créanme, estoy llorando solo de pensar en tantas historias que he escuchado con lágrimas en los ojos-. Estando acá en Estados Unidos he visto y he escuchado tantas y tan variadas historias. Algunos hermanos y hermanas, algunas parroquias, son más abiertas a los inmigrantes, muy pocas son más arriesgadas en luchar a favor de ¡Que difícil situación! Pero Dios nos invita a ser hermano con el necesitado y, créanme, ¡si es posible vivir el amor! Muchos lo han hecho, y dan testimonio de eso. “Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque soy misericordioso” (Ex 22: 26b).  La primera lectura nos muestra cómo puede realizarse la comunión con Dios en la existencia de los humildes y con el prójimo necesitado.

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y, amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22: 37. 39). En este texto, Jesús nos está llevando a meditar en que aunque Dios no es el hombre, lo que podemos llamar la experiencia del amor no es distinta, aunque sean distintos los objetos o las personas amadas. Lo que le da gloria a Dios, precisamente, es que amemos al hombre como lo amamos a Él; tendríamos que decir que no es posible amar a Dios más que al hombre. Esto es fuerte, porque si amamos a Dios debemos al hombre, pero si no amamos al hombre y en cambio lo oprimimos, y nos olvidamos del pobre, del huérfano, de la viuda, del inmigrante, del enfermo, entonces aunque nuestra fe y nuestro amor a Dios sean grande, no vale de nada. Dios se equiparará con el hombre, y pide se le ame como se ama a Dios.

Evangelizar al estilo de Jesús es humanizar y humanizante. Quien ama cumple plenamente la voluntad de Dios. Quien ama, sabe que el amor a Dios se manifiesta en el amor al hermano. Quien ama al hermano sabe que da gloria a Dios y, su amor a Dios es autentico.

Que estás lecturas nos ayuden a amar auténticamente a Dios y al prójimo, sin importan raza, color u origen, para así dar gloria a Dios. Amen.

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