LA SOLIDARIDAD CRISTIANA

XIX DOMINGO ORDINARIO

LA SOLIDARIDAD CRISTIANA

Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Seguimos con Jesús en su peregrinar hacia Jerusalén. En ese peregrinar va pasando pueblos y campos, y va ensenando a sus discípulos de cómo vivir la fe y la esperanza Cristiana,  así como la amor-solidaridad también. La semana pasada las lecturas cuestionaban nuestra manera de vivir. Para este domingo las lecturas cuestionan nuestra manera de esperar, es decir ¿cómo vivimos nuestra esperanza?

El Libro de la Sabiduría dice: “Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de sus enemigos. En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros adversarios nos cubriste de gloria a tus elegidos.” (Sab 18: 7-8) El autor de este libro, quiere transmitir la gratitud que el pueblo de Israel vivió el día de la liberación, porque recuerda que Dios actuó con delicada providencia a favor de su pueblo. Quiere el autor sagrado que eso se conmemoré siempre porque Dios cumple sus promesas. Recordar con gratitud que la liberación de unos es la ruina del opresor, lo cual solo pudo pasar con la mano poderosa de Dios, nuestro Señor.

“Por eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus casas, y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, de que todos los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros.” (Sab 18: 9) Esto es grandioso porque proclama la solidaridad en todos los tiempos y con todos los hermanos. La Pascua sería siempre un acontecimiento y un signo del pueblo que nace, por eso será la fiesta de familia (clan o tribu, iglesia, nación, etc.) y la fiesta del pueblo de Dios. Ahora da tristeza el ver un mundo tan divido por: guerras, ideologías, partidos políticos, iglesias y sectas. Esta lectura nos invita a vivir la solidaridad y la unidad.

“La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven.” (Heb 11: 1) La fe entonces está muy unida a la esperanza en un Dios bondadoso y misericordioso. De este modo la esperanza aparece como una virtud que dinamiza a todo un pueblo y a cada uno de sus miembros con la seguridad de conseguir aquello que se les promete. El pueblo de Israel es el testimonio de la fidelidad de Dios, porque ellos fueron liberados conforme a las promesas que habían recibido.

“Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón” (Lc 12:34), esto si cuestiona nuestra vida. ¿Dónde está nuestro corazón? ¿Cuál es nuestra esperanza como cristianos que somos?

“Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre” (Lc 12: 35. 40) En la actualidad hay muchos adivinos y algunos se han atrevido hasta dar fecha exacta del fin del mundo. Muchas de esas fechas ya han pasado y no ha sucedido nada. Porque la gran verdad es: ¿Cristo volverá? Si, si volverá con gloria y poder, como juez de todo el universo ¿Cuándo? Nadie lo sabe, ni siquiera Jesucristo, sino solo el Padre Dios. Por eso la invitación a estar preparados, porque todos, absolutamente todos tendremos que dar cuenta de nuestras vidas. Los discípulos de Jesús deben huir de dos posturas reprochables: la desidia con los dones y la vanagloria por los dones recibidos. Lo que Dios nos ha dado debemos de recibirlo con agradecimiento, y reconocer que es un regalo gratuito en vistas al bien común y, por tanto, debemos evitar toda falsa humildad o modestia y todo engreimiento.

Como creyentes hemos de poner todos nuestros dones, de cualquier género que sean, a producir para bien propio y de los demás, de tal manera que Dios sea glorificado. Vivir nuestra esperanza evitando división, injusticias, y toda clase de maldad. Vivir nuestra fe que nos compromete a ser hermanos solidarios.

Print your tickets