LA PARUSIA DEL SENOR

XXXIII DOMINGO ORDINARIO

LA PARUSIA DEL SENOR

Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Este penúltimo domingo del año litúrgico nos mete en la esfera religiosa escatológica; nos instruye y nos motiva a pensar en las últimas cosas de la vida, de eso que casi nunca nos atrevemos a hablar, porque aunque sabemos con certeza que no somos eternos en este mundo, nos da temor en el mas allá. La liturgia nos lo presenta como nuestra realidad más profunda a la que debemos asomarnos con fe y esperanza. Unido a este mensaje el Papa Francisco ha nombrado este penúltimo domingo del Tiempo Ordinario como el día de la “JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES”. El Papa Francisco nos motiva en su mensaje para este día: “La seriedad con la que el «discípulo amado» ha transmitido hasta nuestros días el mandamiento de Jesús se hace más intensa debido al contraste que percibe entre las palabras vacías presentes a menudo en nuestros labios y los hechos concretos con los que tenemos que enfrentarnos”.

“Dichoso el hombre que encuentra una mujer hacendosa: Muy superior a las perlas es su valor” (Prov. 31: 10). La mujer judía, encargada de mantener el fuego en el hogar, y de encender las luces del Shabat (el día del Señor), experimentó desde muy pronto lo que significó su llamado al Reino. La mujer es más religiosa que el hombre; siempre lo ha sido. Esa es una realidad innegable. Pero en esta lectura se habla de la mujer como si se tratara de la sabiduría. Esa sabiduría bíblica, que es una sabiduría práctica, es la que se propone aquí en la imagen de la mujer. Leí un pensamiento y me gusto: “mujeres no sean tontas al querer ser igual que el hombre, porque sobajarían su dignidad, porque Dios las hizo de manera especial y superior al hombre”. La mujer no está reducida al hogar, a la casa, a los hijos. Lo importante en esta lectura es la gran capacidad de decisión que tienen. Quiero decir gracias por ser la mujer fuerte, gracias por ser hija, hermana o madre en la que se puede confiar. Gracias por ser fuerte, delicada y sabia. ¡Gracias por tu fe mujer!

“Llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes” (Mt 25: 14b). Los hombres a los que se les ha confiado los bienes (talentos) deben prepararse para el regreso de su señor. Dos de ellos han invertido y han recibido recompensa, pero el tercero lo ha cegado la reacción del señor que es casi sanguinaria. El siervo último había recibido menos que los otros y obró así por miedo, según su propia justificación. Es claro que el señor de esta parábola no quiere que lo entierren, ni a él, ni lo que ha dado a los siervos.

“Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación” (Mt 25: 30). Parece que la recompensa divina, tal como la Iglesia primitiva pudo entender esta parábola, es injusta: “al que tiene se le dará, y al que tiene poco se le quitará” (Mt 25: 29). Pero se le quitará si no ha dado de sí lo que tiene. Y es que la salvación, no se tiene más ni se tiene menos; se es rico o pobre; acá lo importante es la respuesta a la gracia, que es algo personal que no permite excusas. En esta respuesta es sí o no, acá no se aceptan a los tibios o el más o menos. Con Dios o con el d… ¡Guao! Que fuerte ¿verdad? La salvación llega de verdad si la esperamos y si estamos abiertos a ella.

Dios nos conceda la fortaleza y fe de las mujeres, para recibir la gracia, transformar nuestras vidas y seguir y vivir conforme a la voluntad de Dios. Así, nuestras velas del bautismo (fe) sigan ardiendo cuando llegue el Señor. Amén.

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