EL TRIGO Y LA CIZAÑA

XVI DOMINGO ORDINARIO

EL TRIGO Y LA CIZAÑA

Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Que bella continuidad entre el mensaje del domingo pasado y el mensaje de este Domingo XVI del tiempo ordinario. El domingo pasado, en el evangelio escuchamos la parábola del sembrador; el evangelio de este domingo es el trigo y la cizaña. Entonces, hoy tendremos dos sembradores, uno bueno y el otro malo. El dueño del terreno, el sembrador bueno nos enseña la paciencia, y finalmente, la cosecha.

El texto que escuchamos del Libro de la Sabiduría nos habla del infinito poder de Dios, y de lo bien que sabe administrarlo, siendo benigno e indulgente. Eso es ejemplo para que nosotros también sepamos administrar el poder que tenemos. “No hay más Dios que tú, Señor, que cuidas de todas las cosas” (Sab 12: 13a). En relación a esa lectura, el salmista proclama el amor, la bondad y la clemencia de Dios, ante quien se postran todos los pueblos y a quien el propio salmista le pide fortaleza.

“Tu poder es el fundamento de tu justicia, y por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos” (Sab 12: 16). Que gran descripción de la fuerza y poder de Dios, porque eso está en la justicia, en la indulgencia, en la benignidad. Dios cuida de todo lo que existe y a nadie tiene que demostrar que es justo. Pasando a lado del ecumenismo podría afirmar, temerariamente que incluso los que no cuentan con Dios, por ser ateos o agnósticos, no deben temer, ya que Dios sí cuenta con ellos, con sus valores y con sus compromisos, porque Él es un Dios justo. San Mateo nos afirma: “Porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores” (Mt 5: 45).

“El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó” (Mt 13: 24-25). Parte de la oración que hago al momento de dar la bendición para quienes cumplen años durante la semana es: “Dios Padre misericordioso que nos has hecho buenos y sanos desde el principio de la vida, te damos gracias por… y te pedimos que…” Porque Dios, en el momento de crearnos puso todo lo bueno en nosotros, pero el demonio, el mal, ha trabajado también, sembrando el mal en muchas almas. Una de las grandes bendiciones que Dios nos dio desde que nos creó es la libertad, el libre albedrio. Con ello, cada uno podemos tomar nuestras propias decisiones, pero también de eso se ha valido el demonio para presentarse delante de nosotros. La tentación no es el pecado, pero si pecado el sucumbir en la tentación. La tentación es la mala semilla puesta en nosotros. Dependerá de nuestra elección si se convierte en pecado o no. La mayoría de nosotros conocemos la narración del vecino enemigo que siembra cizaña, que al principio se parece al trigo y luego lo ahoga, como el mal ahoga frecuentemente al bien. Sabemos que no es solamente Dios quien siembra, sino que hay otros que lo hacen. Pero lo importante y decisivo es saber esperar, al bien y a la bondad hay que darle sus oportunidades y su tiempo.

En Jesucristo, toda persona tiene sus oportunidades desde sus experiencias de gracia y también de miseria. Esta parábola de la cizaña y el trigo parece ser una descripción de nuestra propia vida personal. Pero sentirse alejado de Dios, cuando en nosotros crece el mal, sería un suicidio espiritual. Todos sabemos que daremos cuenta de nuestra vida, pero la paciencia divina es un regalo que todos necesitaremos.

“El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad” (Rom 8: 26a). Por eso, cuando Dios examina nuestro corazón no lo encuentra vacío, sino que allí el Espíritu se ha metido hasta el fondo de nuestro ser. Por medio del Espíritu aprendemos, que Dios nos ha creado y nunca nos abandona a la impotencia de nuestra debilidad. El mismo Espíritu de Dios gime dentro de nosotros, sufre con nosotros, anhela con nosotros la liberación. Nunca estamos solos, sino que nos acompaña Dios Espíritu Santo.

Voy a concluir diciendo que la paciencia de Dios hace posible la conversión y la fidelidad. Que nunca vamos solos, porque Dios nunca abandona a nadie, y menos al pecador. Por lo tanto, a pesar de que en algunos de nosotros ha crecido la cizaña, recuerda hermano y hermana, Dios sigue esperando nuestro trigo.  Dios nos sigue esperando a cada uno de nosotros.

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