EL PROFETA DE DIOS

IV DOMINGO ORDINARIO

EL PROFETA DE DIOS

Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Este es ya el cuarto domingo del Tiempo Ordinario y muy pronto iniciaremos la Cuaresma. Y las lecturas nos invitan a reflexionar en la elección, el llamado (vocación) y la misión de un profeta. Lo cual nos tiene pertenece desde el día de nuestro bautismo.

La primera Lectura nos dice: “Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco; desde antes de que nacieras, te consagré como profeta para las naciones” (Jer 1: 5). La historia de la misión del profeta Jeremías siempre ha resaltado en la Biblia, y nos ayuda a entender el llamado profético. Dios tiene un proyecto universal para toda la humanidad y lo realiza en el tiempo, conforme a su intachable e impecable pedagogía. Elige a sus profetas, a sus ministros, a sus siervos, cuando y de la forma que él sabe es la mejor. A Jeremías le ha llamado desde antes de nacer para una misión importante ante su pueblo y ante las naciones.

La Biblia nos revela que la llamada de Dios para cualquier misión es siempre gratuita y para el servicio de los demás. “Cíñete y prepárate; ponte en pie y diles lo que yo te mando. No temas, no titubees delante de ellos, para que yo no te quebrante” (Jer 1: 17). Siempre y en toda la historia de la evangelización, la ejecución del llamado acarreará no pocos sufrimientos y dificultades a los enviados. Pero la gratuidad y las dificultades son la garantía de su autenticidad. Jeremías es un verdadero profeta porque ha recibido su vocación como un don que le empuja a la fidelidad.

La segunda lectura es preciosa pero es necesario tener el contexto del himno a la caridad. Tengamos en cuenta san Pablo coloca este himno en el contexto de una comunidad dividida, porque algunos de sus miembros se vanaglorian de los carismas recibidos. Pablo expresa en este himno dónde radica la fuerza constructiva y unitiva de la comunidad: el amor a todo precio.  “Aspiren a los dones de Dios más excelentes. Aunque yo hablara las lenguas… si no tengo amor, de nada me sirve” (1 Cor 12: 31, 13: 1a. 4b).

El apóstol expone dos contenidos principales: en primer lugar, la supremacía de la caridad sobre todas las demás virtudes y actitudes cristianas. Los corintios ambicionaban los carismas mejores y los carismas que proporcionaban a la persona mayor prestigio en la comunidad. Esos carismas proceden del Espíritu y, por lo tanto, son necesarios para la comunidad. Pero el mal uso que de ellos se hace, desvían la finalidad original. En segundo lugar, Pablo recurre a la caridad. Esta virtud central de la experiencia cristiana es la prueba más acabada y más segura de la autenticidad de la presencia y actuación del Espíritu. Con ello todos los dones alcanzan su perfección y su utilidad común para los demás.

El texto evangélico de este domingo es continuación del texto del domingo pasado. Así, de un momento de admiración se pasa al rechazo. A Jesús le conocen bien, ha vivido con ellos y ha trabajado con ellos durante muchos años, conocen bien su procedencia, conocen a su familia ¿Cómo es posible que éste sea el Profeta esperado para la plenitud de los tiempos, el Mesías anunciado desde antaño? Por eso se producen dos reacciones entre los oyentes: una primera, de admiración y una segunda, de rechazo.

La vocación profética es una llamada gratuita de parte de Dios y no un derecho familiar o hereditario y, por eso, ha de ser siempre un hombre libre. Jesús ha llevado la misión profética a su máxima perfección. Hoy como ayer la autenticidad profética exige esta actitud de total libertad frente a las presiones de intereses y conveniencias, y muy frecuente en desacuerdo con la verdadera vocación del cristiano. Los cristianos debemos ser en el mundo puntos de referencia porque desde el bautismo fuimos consagrados como Jesús: profetas, sacerdotes y reyes. Tarea nada cómoda ni nada fácil. Que Dios nos conceda vivir nuestra vocación y demos testimonio de nuestra fe, viviendo la caridad. Amen.

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