DESDE HOY SERAS PECADOR DE HOMBRES

V DOMINGO ORDINARIO

DESDE HOY SERAS PECADOR DE HOMBRES

Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Estamos a unos días de iniciar el tiempo de la Cuaresma y este será un tiempo especial por estar viviendo el año de la misericordia. Las lecturas de este quinto domingo del tiempo ordinario nos hacen pensar en nuestra condición de pecadores, sobre todo si es frente a la realidad de Santidad, Gloria y Grandeza de Dios.

El profeta Isaías exclama: “¡Ay de mí!, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros que habito en medio de un pueblo de labios impuros, porque he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos” (Is 6: 5). San Pablo dice: “Finalmente, se me apareció también a mí, que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol” (1 Cor. 15: 8-9). Y san Pedro frente a Jesús: “Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” (Lc 5:8). Así como ellos, muchas más, a lo largo de la historia que reconocen la grandeza de Dios y la bajeza del hombre, especialmente por el pecado.

Cuando reflexionamos en la Santidad, en la grandeza y el poder de Dios, a todo ser humano nos da miedo o nos incomoda, porque reconocemos nuestra bajeza. San Pedro, Pablo, Isaías, Moisés, y todos los santos descubrieron en Dios (muchos de ellos en Jesús) el aspecto grandeza y por ello, en ellos causó estupor y desconcierto. Según los relatos que encontramos en la Escritura, es la primera reacción ante la presencia de lo divino, de lo del otro mundo, que se hace presente en la historia de los hombres. Dios escucha siempre a los que cumplen su Santa Voluntad, es decir a los santos. La primera reacción es el alejamiento, porque no es posible permanecer tan cerca de una persona tan superior. Por eso Jesús le dice a Pedro: “no temas: desde ahora, serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron” (Lc 5: 11).

En estos tres textos bíblicos que escuchamos, vemos una vez más que la vocación, es iniciativa de Dios. Es Dios quien se aproxima a Isaías, y es Jesús quien salió al encuentro de Pedro y sus compañeros, y también de Pablo. Ante la apertura y el reconocimiento de Pedro y los suyos, Jesús expresa la finalidad del acontecimiento: serás pescador de hombres. Seguir a Jesús requiere abandonarlo todo. Sólo de esta manera es posible realizar la itinerancia en la vida evangelizadora. Para viajar como Jesús, es necesario quedarse con el mínimo equipaje, y no solo de cosas materiales, sino dejar todo apego y en completa libertad disponerse a seguir al Maestro. En una sociedad en que prevalece el poseer y la productividad sobre el ser y la realización humana, estas palabras siguen siendo una paradoja y un desconcierto.

Todos los milagros de Jesús tienen una función muy determinada, a saber, significar otras realidades superiores. Pedro se fía de la palabra de Jesús. No es lo adecuado y razonable pescar durante el día, y menos si ha fracasado el trabajo durante el tiempo oportuno que es la noche. Pero obedece a la palabra de Jesús. Jesús es para él un valor ya importante. Y esta confianza en Él se traduce en una realidad desbordante, la realización de una pesca como nunca había sucedido. Más allá del acontecimiento del milagro, hay una persona que actúa con poder y abre caminos nuevos. Por encima de lo razonable, Dios actuó y sigue actuando entre los hombres. Dios nos llama a su amor y a su misericordia. Frente a Dios maravillémonos y contemplemos con estupor su presencia amorosa, que nos devuelve la dignidad y la gracia. Amen.

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