VIII Domingo Ordinario

CONFIANZA EN DIOSFrCarmelo4

El Evangelio de este Domingo dice: “busquen el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas”.

Contare dos historias. Una es de mi infancia, de las leyendas que existen en mi pueblo como en muchos más. Frente al pueblo hay un cerro de nombre: La Chumpa (pavo). En el cerro se dice que existe muchas cuevas, pero especialmente una que se ve en un peñasco, de difícil acceso, pero que quien llega a entrar encuentra un gran tesoro, oro y diamante, pero quien toma algo de ese tesoro no puede salir. Cuenta la leyenda que antigua que mucha gente se perdió ahí, porque la avaricia de tomar parte del tesoro.

Ahora la reflexión. Cuando ponemos nuestro corazón en los bienes materiales también nos perdemos. Quien llega a ser rico en bienes, muchas veces se vuelve déspota, desconfiado, sin caridad para con demás, pierde la vida familiar, pierde muchas veces el amor a Dios. Quien se aferra a los bienes materiales y/o conocimientos, como en aquella cueva, no sale, porque cambia su corazón ¿Porque pongo los conocimientos? Porque la persona que se satisface de sus conocimientos no acepta que otro puede ser sabio ni acepta corrección alguna. Aferrarse a conocimientos es como aferrares a los bienes materiales. Tener mucho en esta vida es riesgoso porque es fácil perder la brújula del amor y la caridad. “En resumen, no pueden servir a Dios y al dinero”.

La otra historia va relacionada es después de mi ordenación diaconal me enviaron a una parroquia con una economía muy estable y pude hacer mis ahorros. Cuando me ordenan y me envían a una parroquia como párroco, pensé que podía subsistir algunos meses porque tenía ciertos ahorros. Mi sorpresa fue grande que al mes yo no tenía ni un centavo por las reparaciones que había hecho a la casa. Pero estaba llena mi despensa y mi refrigerador, lo cual me daba un poco de paz, y mi casa estaba habitable. Un mes después vi con tristeza que estaba vacío: mi refrigerador, mi tanque de gas, no tenía ningún alimento, no tenía dinero y no tenía gasolina en mi carro y dos días después tendría que salir a otra parroquia. En la noche ore y pedí perdón por confiar en lo que tenía y no confiar en la providencia de Dios. Créanme que llore porque no tenía absolutamente nada, pero reconocí que perdí mi sentido. Al día siguiente como a las 10:00 am. paso una señora y me regalo 3 chayotes hervidos los cuales me supieron a gloria. Por la tarde un catequista pasó a comer conmigo, y yo le dije que no tenía comida alguna, pero ese día él había traído comida para compartir conmigo. En la noche después de misa, una persona de una compañía de copiadoras me estaba esperando que un amigo me mandaba un poco de dinero con él. El evangelio afirma: “los que no conocen a Dios se desviven por estas cosas; pero el Padre Celestial ya sabe que las necesitan”.

Cuantas nosotros mismos nos hemos preocupado y perdido el sueño por pensar en cómo hacer en este o aquel asunto, olvidándonos de nuestra fe y confiando únicamente en nuestras fuerzas y recursos materiales. La Divina providencia, siempre, protege a quien confía en ella. Yo invito a quienes andamos lejos de nuestra patria y nación a no buscar la ayuda de las personas que nos pueden fallar sino a confiar en Dios que siempre cuida de nosotros con solicitud. Dios quien sabe lo que más necesitamos, pero que nosotros debemos confiar más y más en El que como Padre y Madre solicito nunca olvida a sus hijos. El amor de Dios es más fuerte que el mismo amor de madre.

Hermanos y hermanas, confiemos en Dios, Padre y Madre a la vez. Busquemos a Dios como únicamente fuente de todo bien. Amemos y sirvamos a Dios siempre y sin desfallecer. Dios nunca nos falla. Amén.

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