Dichoso Quien Camina por las Sendas del Señor.
Por el Padre Carmelo Jimenez
Contantemente escuchamos la expresión: “ese era su destino”, “ya Diosito lo había dispuesto así”, como sí Dios nos manejaría como a marionetas o títeres. Hoy escuchamos en la primera lectura del libro del Eclesiástico (Sirácides): “ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida, el bien y el mal: le darán lo que él escoja”. Y con esto nos confirma que la libertad que Dios puso en el hombre es un don grandísimo, porque aunque Dios no quiere la muerte ni el mal para el ser humano, sí lo permite sí este lo escoge. No nos obliga a obedecer sus mandamientos, si la persona no lo quiere hacer. Pero no le echemos la culpa a Dios de condenarnos, porque cada uno es libre de tomar lo que uno quiera. Continúa diciendo el eclesiástico: “no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a los mentirosos”. Así que sólo tenemos dos opciones, con Dios o contra Dios, pero no juguemos en nuestras decisiones porque el Apocalipsis del Apóstol San Juan es fuerte al afirmar: “frío o caliente, porque a los tibios los vomito”.
Por eso se afirma en el Salmo: “dichoso quien camina por las sendas del Señor. Dichoso quien con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso quien guardando sus preceptos lo busca de corazón”. Y si seguimos el canto diríamos: “tu palabra me da vida, confió en ti Señor”. Sí optamos por el bien, si escogemos la vida, si buscamos el agua eterna, y conformamos nuestras acciones a nuestros deseos, entonces llegaremos a la vida eterna. Pero sí nuestros deseos y acciones son distintas, no obtendremos ni uno ni otro, y seremos llevados al fuego, al mal y al final, a la muerte eterna. San Pablo en la lectura que escuchamos, versículos antes de lo escuchas este domingo afirma: “Al contrario, decidí hablarles sólo de Cristo, y principalmente de su muerte en la cruz. Cuando me acerqué para enseñarles y anunciarles el mensaje, me sentía poco importante y temblaba de miedo. No fui a ustedes como un sabelotodo, ni usé palabras elegantes. Sólo dejé que el Espíritu de Dios mostrara su poder y los convenciera”. Esta es la sabiduría que propone, la que viene del Espíritu, la que se recibe por la fe en Cristo Jesús, la que nos llena de luz y de gracia y nos lleva por caminos del bien y del agua viva. Porque sólo en Jesucristo podremos ser salvados, pero si lo escuchamos, creemos en El y vivimos como Él quiere.
Los judíos crearon leyes de las leyes, de tal manera que era abrumador vivir según la ley de Moisés y difícil de cumplir porque muy difícilmente podían cumplir en plenitud sus leyes que habían puesto. Voy a criticar a la jerarquía de la iglesia católica, porque muchas veces nos quedamos con las leyes de la iglesia y si no cumplimos se nos expulsa o se nos condena, pero el Papa Francisco nos ha llamado la atención recalcando: “no somos dueños de la Iglesia, somos administradores de la gracia y de los sacramentos”, por lo tanto vivamos como hombres y mujeres de fe y misericordia.
Esto lo he contado muchas veces, no lo volveré a contar pero a mi llegada a San Juan Chamula, Chiapas, me dijeron las autoridades locales: “en Chamula el costumbre manda y alguien no obedece lo castigamos en esa cruz”. Me tocó ver varios castigos, no en la cruz, pero si pasando por encima de la dignidad de la persona, por faltar a la costumbre. Gente que hace de las costumbres sus leyes y no quieren cambiar ni escuchar que hay nuevos métodos de hacer las cosas. Gente que le importa poco la gente, sus hermanos y hermanas, por imponer sus leyes, normas y costumbres. “Cristo no vino a abolir la ley, pero si a dar cabal cumplimento”, de tal manera nos enseña que es más importante la persona y su dignidad. Por eso en los mandamientos nos hacen pensar en Dios, en nuestros padres, en la vida, en las cosas, en la verdad y en el respeto a la dignidad de la familia y en la pureza de corazón. Si aprendemos a vivir respetando los mandamientos, conforme a la voluntad divina, tendremos vida eterna.
Hermanos y hermanas, hoy les invito, primeramente a agradecer el don de la libertad que Dios nos ha dado, porque podemos elegir de hacer o no hacer lo que Dios quiere. Segundo, volver a repasar los mandamientos divinos, pero con la lupa del amor y la misericordia, para con nosotros mismos y para con los demás. Tercero, a saber buscar a Dios y seguirlo, haciendo su voluntad, para llegar a su Reino un día.
Dios Padre de infinita misericordia, que sepa reconocer mi debilidad como San Pablo, para después reconocerme necesitado del amor y la misericordia que Cristo nos trajo, y con la sabiduría que da tu Santo Espíritu, pueda caminar por tus sendas hasta llegar al lugar de los justos. Amén.