Luz y Sal de la tierra
Por el Padre Carmelo Jimenez
Estoy en el Aeropuerto porque se ha retrasado el vuelo, y quizá el otro y el otro también, pero bueno, esa es otra historia. Mientras contemplo caer una pequeña capa de nieve. En toda la pista del aeropuerto veo regada sal, si, dije bien “sal”, y los carros y los aviones pasan por encima ella y lo van mezclando. También veo que cada avión que va a salir es rociado con líquido que al caer sobre el avión se vuelve verde, y pregunto ¿qué es eso? Y me responde una persona que trabaja acá: “es sal”. La sal es usada para derretir la nieve, tiene una fortaleza tan grande que ayuda a derretir incluso el hielo.
La sal sirve para dar sabor a la comida, pero cuando la sal pierde su fortaleza y sabor no sirve para nada; de tal manera que muchas veces he visto, después de las nevadas mucha sal regada pero insípida, se recoge para tirarse a la basura porque no se puede volver a usar porque no serviría de nada.
El Papa Francisco en Copacabana, en la vigilia celebrada durante la Jornada Mundial de la Juventud lanzó una fuerte llamada: “muchachos y muchachas, por favor, no se pongan en la “cola” de la historia. ¡Sean protagonistas!, ¡jueguen al ataque! Empujen hacia adelante, construyan un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad. ¡Jueguen siempre al ataque!” Y prosigue diciendo: “por favor ¡no dejen que sean otros los protagonistas del cambio! ¡Los que tienen el futuro en sus manos son ustedes! A través de ustedes entra el futuro en el mundo. A ustedes les pido también que sea protagonistas de este cambio”.
Hoy más que nunca ante un mundo que parece obscurecer por tanta violencia -como sí Dios hubiese visto estos días desde antiguo- nos llama la palabra de Dios a ser luz ante tantas situaciones que obscurecen nuestros días. Constantemente escucho los lamentos de la gente a cerca de sus pueblos y naciones que antes eran más bonitos, que se podía visitar y disfrutar de la familia, de la casa y el campo de donde venimos muchos, pero que ahora la violencia, las drogas, los secuestros, la pobreza, las matanzas, y la…Podría continuar detallando cuantas cosas pasan y no terminaría, todo eso van obscureció nuestro mundo.
Por eso las lecturas de este domingo nos impulsan a tomar nuestra fe y a ponerla en práctica para convertirnos en verdaderos discípulos de Cristo, así, ser sal y luz de la tierra. Sal que lleva el sabor del amor, de la paz, de la fraternidad, de la familia a nuestro mundo. Luz para iluminar aquellas realidades que están oscureciendo nuestros pueblos. Luz que nos impulsa a levantarnos y caminar seguros que lo que esperamos se convertirá en realidad.
Por eso el llamado del Papa Francisco es necesario que lo personalicemos y lo tomemos para nosotros mismos, para mi vida, que me impulse a ir hacia adelante en mi fe, y en mi compromiso de extender el Reino de Dios, en mi propio ambiente en que vivo. Es urgente a la luz de estas lecturas, convertirnos en protagonistas de un cambio, de tal manera que muchas personas más quieran cambiar y llenarse de Dios.
San Pablo nos dice: “mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que su fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. Así, él reconoce que su cambio de vida viene de Dios y que su predicación está inspirada por el Espíritu Santo.
Que Dios aumente en cada uno de nosotros el don de fe, que iluminados con su palabra y con aquella luz que recibimos en nuestro bautizo nos impulse para ser protagonistas del cambio, que vayamos siempre hacia adelante como dice el Papa Francisco. Que siendo sal ayudemos a derretir la frialdad del mundo para que nos envuelva el fuego del Espíritu Santo y así demos verdadero testimonio del amor y la misericordia de Dios que cambia corazones. Que Dios nos conceda oídos de discípulos y bocas de profetas, con nuestras acciones para iluminar nuestro mundo. Amén.