“YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA”
Las lecturas para este domingo nos presentan a una primera comunidad muy humana, a Jesucristo como la piedra angular y a Jesús afirmándonos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
“Como aumentaba el número de los discípulos, hubo ciertas quejas de los judíos griegos contra los hebreos, de que no se atendía bien a las viudas en el servicio de la caridad de todos los días”. Cabe preguntarnos ahora a nosotros mismos ¿en que nos puede ayudar esta lectura? ¿Se parece esa primera comunidad a la nuestra? En todas las comunidades, sobre todo cuando se van expandiendo hay inconformidades, incluso en la familia, conforme crece la familia hay más discusiones, el detalle es que hay que aprender a solucionarlos. Los apóstoles escuchan a quienes se quejaban, y después de escuchar, oran para tomar la mejor de las decisiones, ello implicaba estar abiertos a las nuevas mociones del Espíritu Santo y nuevos retos. Así, de esta parte de la primera lectura podemos sacar de provecho que ante los problemas y dificultades con otras personas debemos: escuchar, orar, dialogar y estar abiertos. Si tenemos en cuenta esto, estaremos seguros de que las dificultades sacaremos el mejor de los provechos como pasó en la primera comunidad cristiana, porque el relato concluye con la institución del diaconado. Así, la comunidad entera, la Iglesia entera ha disfrutado de aquel reto de los apóstoles ante la naciente iglesia.
“Acérquense al Señor Jesús, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa a los ojos de Dios; porque ustedes también son piedras vivas, que van entrando a la edificación del templo espiritual, para formar un sacerdocio santo”. Qué gran dignidad nos regala Dios al consagrar piedra angular a su hijo en la construcción de la Iglesia y al consagrarnos, igual que a Jesús, como piedras vivas. Cristo es la cabeza de la Iglesia y nosotros sus miembros, que no necesitaría de nosotros, pero que por amor nos consagra y nos injerta en la construcción de su reino y forma con nosotros, sin que lo merezcamos, un sacerdocio santo, un sacerdocio real. El amor de Dios para con el ser humano es infinito de tal manera que siendo indignos por haber pecado, nos libera de la esclavitud del pecado y nos regenera, convirtiéndonos en piedras vivas, parte importante para el templo espiritual. Qué amor y misericordia para con nosotros, sus hijos e hijas.
Constantemente he escuchado que “para todo hay solución, menos para muerte”. Ante la muerte nos asustamos y el hombre en toda la historia ha buscado alargar su vida pero a pesar de todo lo realizado sigue siendo caduca y no podemos hacer mayor cosa. Muchos, cuando se habla de la muerte preferimos cambiar de tema porque no sabemos qué haremos ante esta gran realidad que tarde o temprano nos llegará. Ahora, Jesús les dice a sus discípulos: “no pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones”… y continua diciéndonos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Esta es la gran solución ante la muerte: la fe. La fe en Cristo que murió y resucitó de entre los muertos es la única manera de tener vida eterna porque sin Dios, porque sin Cristo, porque sin el Espíritu Santo, la vida se hace pasajera y caduca, y directo a la condena, pero recordemos que San Agustín dice: “Señor nos creaste para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti”.
La fe en nuestro Señor Jesucristo es lo único que nos llevará a la salvación. Por lo tanto, luchemos para que nuestra comunidad crezca, y con la ayuda del Espíritu Santo, crecer en fe, en amor y en la esperanza, de tal manera que caminemos seguros en Cristo hasta llegar a la eterna otorgada por El, de tal manera que siendo veraces demos testimonio de la fe y así evangelicemos. Amén.