SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES 2014

FrCarmelo6Hoy celebramos la Solemnidad de Pentecostés, el día que el colegio apostólico y María están reunidos y desciende sobre ellos el Espíritu Santo.  Con ello la Iglesia, fundada por Jesucristo, inicia su misión de Evangelizar, que ya Cristo había dado a los Apóstoles pero que por miedo a los judíos y romanos no habían iniciado.  Pero con los dones y  carismas del Santo Espíritu, inician dando fruto.

Los dones del Espíritu Santo son siete: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. El Catecismo de la Iglesia Católica los define como: “hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma para recibir y fecundar con facilidad las mociones del propio Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano”. Si son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios quiere decir que ninguno se los puede apropiar y que están en cierto grado en el alma de cada cristiano. Que cada uno, en la medida que se abre a las inspiraciones divinas se van perfeccionando y viviendo poco a poco, de tal manera que siempre será más fácil ir practicándolos. Si son hábitos significa que están en la persona y van disponiéndola para práctica de las virtudes cristiana de tal forma que encaminan a la santidad de la persona. Por lo tanto, los dones del Espíritu Santo son personales y nos conducen por una vida moral, que nos lleva a la santidad.

El Espíritu Santo suscita carismas en la Iglesia los cuales son: “gracias especiales que el Espíritu distribuye libremente entre los fieles de todo tipo y con los que los capacita y dispone para asumir varias obras y funciones, útiles para la renovación de la Iglesia y para el desarrollo de su construcción. Algunos de estos carismas son extraordinarios, otros, por el contrario, sencillos y mucho más difundidos”. Con esto nos damos cuenta que los dones del Espíritu Santo llevan a la santificación de la persona, mientras que los carismas van al servicio de la Iglesia y en la construcción de esta. Cada carisma que el Espíritu Santo suscita es en bien de toda la Iglesia y ninguno es para el orgullo personal, de tal manera que si alguno se vanagloria de poseer un carisma suscitado por el Espíritu Santo, es ya por ese orgullo, un falso carisma. Un carisma impulsa a la persona que lo recibe a obrar en nombre de la Iglesia y en bien de la Iglesia. Un carisma por lo regular no es permanente, es una moción del Espíritu Santo que impulsa a la persona a actuar. El carisma no es un requisito para la salvación como lo es la gracia santificante, por lo tanto, no se esfuerce la persona por conseguirlo porque el Espíritu Santo lo suscita cuando quiere y donde quiere.

Cuando el Espíritu opera libremente en el alma, vence la debilidad de la carne y da fruto. Y aquí tendríamos que preguntarnos: ¿qué y cuáles son los frutos del Espíritu Santo? Y el Catecismo de la Iglesia Católica nos responde en el núm. 1832: “Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: ‘caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad’ (Ga 5,22-23)”. Podemos llamarlas también virtudes que van suscitándose en la persona que posee el Espíritu Santo.

Con esto podemos ir concluyendo y decir que el Espíritu Santo trae consigo: dones, carismas y frutos (virtudes). Los dones van a la vida moral de la persona. Los carismas son inspiraciones en bien de la Iglesia. Los frutos, es el resultado de la vivencia de los dones.

Oremos para Dios siga conduciendo a su Santa Iglesia con el Espíritu Santo. Oremos para que Dios infunda en nosotros sus dones, y nos haga dignos para los carismas que él sabe que necesitamos en nuestro tiempo, y dar frutos cada día más en el Espíritu Santo. Y recogiendo frases de la secuencia digamos juntos: “Espíritu Santo, lava nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos y cura nuestras heridas. Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad y endereza nuestras sendas. Ven, Espíritu Santo. Amén

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