XIV DOMINGO ORDINARIO
“PONGANSE EN CAMINO”
Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez
El domingo pasado las lecturas nos invitaban a reflexionar en el llamado, y para este Domingo XIV del tiempo ordinario, las lecturas nos llevan reflexionar en el envío a evangelizar. Vuelvo a mencionar que el evangelio de San Lucas describe estos relatos durante el viaje de Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén.
El profeta Isaías se caracteriza por ser el profeta de la consolación. La primera lectura afirma: “Alégrense con Jerusalén, gocen con ella todos los que la aman, alégrense de su alegría todos los que por ella llevaron luto” (Is 66: 10). Las Sagradas Escritura nos revelan un Dios feliz y que quiere compartir su felicidad con los hombres. A lo largo de la Biblia aparece una y otra vez este rasgo de la alegría por las intervenciones de Dios. La lectura de hoy nos invita, a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, a centrar bien el motivo de la alegría. La que procede de las intervenciones de Dios en nuestras vidas, la cual es permanente y auténtica.
En la segunda lectura, para poder entender las palabras del apóstol Pablo, explicaré que entre las costumbres romanas existía la del recibimiento que se hacía a los generales que volvían victoriosos de sus campañas militares. Entraban en Roma a través del foro romano en el que se agolpaban los ciudadanos encabezados por el emperador. El general victorioso hacía el paseo triunfal precedido por los trofeos que garantizaban su victoria. Los trofeos eran las prendas valiosas de los enemigos que traían consigo quien salía victorioso. Por eso san Pablo afirma: “o permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gal 6:14). Por eso, para san Pablo su trofeo de victoria son la cruz de Jesús que parecía ser motivo de escándalo y una piedra de tropiezo para muchos. Puedo afirmar que san Pablo se ha identificado de tal manera con Cristo, que ve con los ojos de Cristo, sus pensamientos son los de Cristo, sus actuaciones son las de Cristo, sus motivaciones son las de Cristo. Por eso san Pablo se convierte así en un modelo ejemplar del verdadero discipulado.
“La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino” (Lc 10: 2-3a). Jesús ha adoptado el camino de la itinerancia para extender el Evangelio del Reino. Los discípulos son invitados a imitar a su Maestro en sus gestos, en su estilo de vida y en sus palabras y, han de aprender el mismo género de vida. Por eso son enviados pronto para que consigan una práctica y seguridad en vistas a la misión que les espera. En tiempos de Jesús, es el discípulo quien escoge al maestro, Cristo en cambio, llama él mismo a los discípulos y no les exige el estudio de la Ley, sino el seguimiento personal con disponibilidad para la pobreza y el sufrimiento, con la finalidad de anunciar como Él mismo, la llegada del reino de Dios. Los evangelizadores, les dice Jesús, deben tener confianza plena en la Providencia. Deben dedicarse al reino de Dios, porque el resto Dios se los dará por añadidura. El evangelizador, discípulo u apóstol no debéis exigir nunca nada, ni tampoco caer en la tentación del prestigio y del poder.
La evangelización es la proclamación de la Buena Nueva, lo cual se debe hacer con un estilo sobrio, limpio y agradable. Confiando que la fuerza y eficacia del Evangelio radica en sí mismo. La palabra anunciada lleva en sí misma la energía suficiente para transformar al mundo y a los hombres. Los instrumentos, cada persona que evangeliza, deben conducir la atención hacia el Maestro, hacia Jesús mismo, porque Él es el único Salvador.
Pidamos hermanos y hermanas, que sintiéndonos llamados por Dios a la fe, a la santidad, al amor, sepamos ser discípulos de Cristo, que anunciemos a nuestros hermanos y hermanas que no conocen a Dios ni a Cristo, transmitirles el amor, la Palabra de Dios y en sí, que les trasmitamos a Cristo mismo. Amen.