LAS PARABOLAS DE MISERICORDIA

XXIV DOMINGO ORDINARIO

LAS PARABOLAS DE MISERICORDIA

Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Este domingo 24 del tiempo ordinario, las lecturas nos ayudan a reflexionar en la Divina Misericordia. Toma mucha más importancia por estar celebrando el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. En muchas de las parroquias se han organizado diversos eventos para resaltar este año de gracia.

El pasaje evangélico que leemos del capítulo 15 de san Lucas es conocido como las parábolas de la misericordia. Pero ¿qué es misericordia? Es la virtud que dispone el corazón para la compasión. Una compasión que no es sentimiento únicamente, sino que lleva a la persona a actuar en bien del necesitado. La característica más notoria de la misericordia es el perdón. Este texto es quizá uno de los más bellos porque expone el modo de actuar de Dios con los pecadores: respeta, perdona, acoge, invita a una fiesta e integra para siempre en su familia

Ya había yo comentado que todos estos pasajes evangélicos de San Lucas se proponen en un viaje de Jesús y sus apóstoles, hacia Jerusalén, y en ese marco es que se proponen estas parábolas de la misericordia. Por ser un tema muy conocido es más difícil de explicar, y aun más, si buscamos algo nuevo en este evangelio. Este viaje de Jesús entonces se hace muy largo, porque no es un viaje externo, de camino, de distancia. Es un viaje más al interno, de Él, de enseñanza a sus discípulos, a la gente, a nosotros.

Estas tres parábolas parten del hecho que Jesús come con pecadores y es un fuerte cuestionamiento a quienes lo critican: “En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: ‘Éste recibe a los pecadores y come con ellos.’” (Lc 15: 1-2) Entonces, la enseñanza no es para quienes están lejos de Dios únicamente, sino para quienes rodeamos a Jesús. Pondré énfasis en el hijo mayor. Se ha comentado mucho la figura del hijo prodigo, y la del padre misericordioso. Hoy me enfocaré en el hijo mayor, quien está en casa, quien se cree perfecto, pero quien reclama y encara al padre, porque no le han dado ni un cabrito para comerlo con sus amigos.

Personajes que aparecen en la introducción de estas parábolas: publicanos y pecadores, fariseos y escribas. Todos ellos estaban alrededor de Jesús, unos para criticarlos por estar lejos de Dios y otros para juzgarlo según las normas de su dios. Los primeros aparecen como lo perdido, lo que se aleja de la casa paterna porque no han descubierto el rostro de Dios como Padre compasivo que ofrece su amor y su amistad gratuitamente y que está siempre dispuesto a tender una mano salvadora. Pero tampoco los segundos, los piadosos cumplidores (fariseos) han descubierto el verdadero rostro del Dios que actúa gratuitamente y movido por su amorosa compasión. Todos coinciden en la misma realidad: no conocen realmente a Dios como Padre que quiere la felicidad de todos.

El encuentro del padre con el hijo mayor, afuera de la casa, es el encuentro más importante en el plano de la parábola. La misericordia de Dios la revelaba Jesús cuando trataba con todos ellos como uno de tantos, comiendo con ellos, acogiéndolos con la misma misericordia del Padre. Lo importante es la experiencia del amor de Dios que nos acoge y nos invita a la fiesta. Pero hay uno que no quiere entrar en ella (el hermano mayor). Es una tentación de los discípulos de Jesús el parecerse al hermano mayor: era cumplidor (que es bueno), pero no entendía a su Padre en su proceder, ciertamente desconcertante, pero el único con fuerza humanizadora. Hoy, muchos de nosotros, no entendemos el proceder de Dios ni queremos dejarnos transformar por El. El hijo mayor no ha entendido que todo lo que hay en la casa es suyo. Pero lo importante no es lo que hay en la casa, sino el que la habita y quien llena la casa, el Padre. No ha entendido al padre nunca. Cumple, pero no descubre que Dios no quiere ser servido sino amado.

Y este es el punto más grande para nosotros hoy, dejarnos amar por el Padre y amar al Padre con todo lo que somos, sin importar nuestro pasado de pecado, sino la experiencia de perdón, de gracia y del amor divino. Que este domingo no pensemos en el hijo prodigo, el de afuera, sino en el que está en casa, que reflexionemos al interior, hacia mí mismo y me empape de la misericordia divina. Amen.

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