III DOMINGO ORDINARIO
LAS PALABRAS DE DIOS SON ESPÍRITU Y VIDA
Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez
Estamos ya en el tercer domingo del Tiempo Ordinario y las lecturas nos hacen reflexionar en la palabra de Dios. El valor que esta debe tener en nuestras vidas y en la vida de la comunidad.
“En aquellos días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón” (Nehemías 8, 2). Quiero hacer un breve contexto de esta lectura: la comunidad está compuesta de hombres, mujeres y quienes tienen uso de razón. Esta celebración se da justo después de volver del exilio de Babilonia, lo cual implica que en la comunidad hay: gente pagana que volvió del exilio y gente que nunca había salido de su pueblo, Judá. Pero que ambas partes del pueblo habían perdido el sentido de la fe y de la fidelidad a Dios. Por lo tanto, todos necesitaban de una reforma. Esta lectura que hizo Esdras, les dice que en adelante todos deben conducir su vida de acuerdo con la ley única de Moisés, la cual es expresión de la voluntad de Dios, quien eligió al pueblo de Israel como su propiedad. La ley de Dios es la expresión concreta del pacto y alianza entre Dios y su pueblo.
En muchos países, como en tiempo del Rey y Sacerdote: Esdras, es necesario una reforma y volver a las leyes divinas. Se ha tratado de sacar a Dios de los lugares públicos para hacer un pueblo laico. Se le ha expulsado a Dios de las escuelas, de los tribunales, de los congresos, de las instituciones y ¿qué tenemos ahora? Tenemos matanza en las escuelas, atentados y leyes injustas que oprimen al ser humano. Se ha pasado por encima de las leyes de Dios y de las leyes naturales inscritas en la conciencia humana, y ¿a dónde vamos? En los momentos de crisis es necesario volver a las realidades fundacionales y a las leyes que Dios puso en la conciencia. La palabra de Dios es insustituible para los hombres de hoy, porque trae un gran contenido rico en valores humanos.
“Ilustre Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra” (Lc 1: 1-2). San Lucas escribe su evangelio para que se conozca la solidez de las enseñanzas. Este texto trata desear el testimonio de que Jesús vivió en la historia, no es un fantasma ni un cuento de caricatura, es decir, Jesucristo es un relato verídico de salvación. No solamente son datos biográficos sino testimonio de salvación avalado por la pasión, muerte y resurrección, y todo eso, avalado por el Espíritu Santo. Leer los evangelios es ponerse ante Dios, que en Jesús ofrece todo, su vida por nuestra salvación definitiva. En Jesucristo, Dios se hace presente, y ofrece una esperanza que sobre pasa todo tiempo y espacio. Así, todos los hombres estamos llamados a reproducir las palabras y los gestos del maestro, porque en eso consiste ser verdadero discípulo.
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor” (Lc 4: 18-19). Hace dos domingos atrás, al celebrar el Bautismo del Señor, hacía mención que el verdadero bautismo es cuando desciende el Espíritu Santo sobre Jesús, porque es el momento que inicia su misión como verdadero profeta del Reino de Dios, como el Mesías esperado. Un profeta que es enviado a anunciar el año de gracia del Señor. Así, la misión del profeta es anunciar la esperanzada Israel: anunciar y realizar la libertad y, hacer presente el Evangelio de Dios a los hombres. Un Evangelio que ofrece la verdadera humanización del hombre, liberándolo de esclavitud del pecado y dándole la libertad de experimentar la felicidad de Dios.
Podríamos preguntarnos ¿porque llora el pueblo al escuchar la palabra de Dios? La respuesta es simple pero llena valores: en la palabra de Dios se encuentra el fundamento humano, en el evangelio se alcanza la libertad, en la fe en Cristo la esperanza tiene su fundamento. Que este domingo nos dejemos interpelar nosotros también por la Palabra de Dios y nos llene de compromiso a vivir los valores humanos y los valores cristianos que nacen del Evangelio. Amen.