XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
LA VOCACION A…
Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez
Las lecturas para este domingo nos hacen reflexionar en la vocación a la que cada uno fuimos llamados. Cada vez que se habla de vocación se piensa en los sacerdotes y en las religiosas, pero también el matrimonio y la soltería son vocaciones dignas y bien vividas nos llevan a la santificación.
La primera lectura, sin ser una biografía del profeta Eliseo, nos narra su llamada hecha por Dios a través de Elías. “En aquellos tiempos, el Señor le dijo a Elías: ‘Unge a Eliseo, el hijo de Safat, originario de Abel-Mejolá, para que sea profeta en lugar tuyo’”(1 Reyes 19:16b). Siempre y en cada vocación, la iniciativa la toma Dios. Dios es quien destina, prepara y acompaña a cada uno que llama a cierta vocación. Además, cada vocación es gratuidad divina, porque el llamado, la preparación y envío vienen de Dios y es para mayor gloria de Dios. Regularmente, Dios se vale de otras personas para hacer el llamado vocacional, como en este caso, Elías es quien llama y transmite la vocación profética, que a su vez había recibido de Dios. La vocación lleva consigo un cambio radical de vida, dejar el pasado y dedicar la vida a hacer la voluntad de Dios. La vocación es un regalo de Dios, porque Dios enriquece la vida del que es llamado, con dones y talentos que antes no había descubierto.
En el evangelio de san Lucas escuchamos como Jesús emprende el camino hacia Jerusalén. Jerusalén es para san Lucas el centro de la salvación, donde se consumará la ofrenda total de Jesús y desde donde se iniciará la predicación del Reino de Dios. Por eso, casi por 20 domingos continuos escucharemos que Jesús va de camino a Jerusalén. “Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén” (Lc 9: 51). San Lucas hace énfasis para nosotros que no importa la situación geográfica sino lo importante, es que entendamos y vivamos nuestra vida en medio del mundo como peregrinos hacia la patria celestial, la nueva Jerusalén.
“Jesús le contestó: ‘El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios’” (Lc 9: 62). De manera excepcional san Lucas nos propone tres pequeños relatos de llamadas, mostrándonos las dificultades humanas en el seguimiento auténtico de Jesús. Vivir la vocación de manera auténtica implica ruptura con el pasado, sea cual sea la vocación. Ruptura con el pasado no implica desentenderse del mundo, sino entender la vida y los compromisos terrenales con los ojos de Dios, con el estilo de vida de Jesucristo. De muchas maneras y con palabras exactas dijo que “no se puede servir a Dios y al dinero”. El seguimiento a Jesús provocaría tensiones hasta en la propia familia. Lo más importante en cada persona que es la llamada a vivir una vocación, en específica es entender que en Jesús encontramos sentido a nuestra existencia, y fuera de Él no tiene sentido nuestras vidas.
Dios sigue llamando a quien quiere y, de forma siempre misteriosa y eficaz, lo envía a donde a Él le place. En medio de nuestro mundo, Dios sigue hablando y llamando con fuerza. Es necesario tener los oídos atentos a la voz de su palabra. Hoy como ayer esta invitación sigue siendo actual porque estamos abordados y tentados por la comodidad y la instalación. Y tenemos la tentación de decir: yo estoy bien, viviendo mi vocación. Que Dios nos conceda la gracia para crecer y vivir auténticamente nuestra vida vocacional. Con la ayuda y gracia de Dios seamos verdaderos esposos, padres, hijos, sacerdotes, religiosas o religiosos, y al final de nuestra vida, alcancemos la Jerusalén celestial. Amen