LA SALVACION ES UNIVERSAL

II DOMINGO DE ADVIENTO

LA SALVACION ES UNIVERSAL

Por Nuestro Párroco, el P. Carmelo Jiménez

En este segundo domingo de Adviento tenemos como figura central a san Juan Bautista que anuncia la esperanza de salvación. Como inicio propone un bautismo de arrepentimiento, y como segundo paso, un cambio total del hombre. Un hombre que construye lo mejor porque tiene la esperanza en el futuro.

El Papa Francisco, hace unos días atrás (Nov. 10) en Florencia, It, decía: “No miréis la vida desde el balcón, comprometeos, sumergiros en el amplio diálogo social y político. Las manos de vuestra fe se levantan hacia el cielo, pero lo hacen mientras edifican una ciudad construida sobre las relaciones en las que el amor de Dios es el fundamento. Y así seréis libres de aceptar los desafíos de hoy, de vivir los cambios de época”.

La primera lectura inicia afirmando: “Jerusalén, despójate de tus vestidos de luto y aflicción, y vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da” (Baruc 5: 1). Es común entre los profetas usar imágenes de los rituales usados tanto en fiestas, bodas y en luto. Por eso el escritor sagrado invita a los dispersos a avivar su esperanza, porque el Señor tiene planes de liberación. Dios está a punto de actuar con los exiliados en Babilonia y con ello será glorificado su nombre. “Ponte de pie, Jerusalén, sube a la altura, levanta los ojos y contempla a tus hijos” (Bar 5: 5). Los proyectos de Dios para con su pueblo son de paz y no de aflicción. Es cierto que  nuestra historia humana está jalonada por el sufrimiento, contrariedades, preguntas urgentes que responder. Pero no por eso menos cierto es que Dios está ahí para cumplir su palabra. Y más con nosotros que somos sus hijos e hijas. La esperanza engendra siempre en el corazón del hombre la alegría y la seguridad firme que nos dan fuerza para continuar nuestras vidas. Dios nos hizo para la felicidad y nos quiere felices.

Quiero, haciendo eco de las palabras del Apóstol Pablo, misionero incansable, repetir las palabras pero apropiándome de ellas: “Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os echo de menos, en Cristo Jesús” (Fil 1: 8). He estado en muchas comunidades unas por un largo tiempo y en otras con muy poco tiempo, pero de cualquier manera los llevo en mi corazón. Ahora un poco lejos de mi tierra y mi familia de sangre, sigo con el favor de Dios, viviendo misionero, con muchas familias, mi familia en Cristo Jesús. Para quienes estamos como misioneros fuera de nuestros lugares les digo que es necesario que los hombres nos vean ministros suyos, pero también sensiblemente humanos. Un punto importante en la evangelización, he aprendido en la práctica, no importa la lengua, es estar con la gente: en los momentos difíciles o de desgracia, así también en los momentos felices. Perdón por valerme de un texto bíblico para decir lo mucho que extraño cada uno de los lugares y personas de donde he pasado. “Que Dios quien ha inaugurado entre ustedes una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús”. (Fil 1: 6).

“Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios” (Lc 3: 4b-6). Solo San Lucas hace mención de la salvación universal. Una salvación universal, sin fronteras: geográficas, razas, religiosas, económicas o sociales. San Lucas propone en su evangelio que Jesús es, con sus gestos y sus palabras, el Salvador universal.

En este momento de la historia el mundo nos invita toda clase de segregaciones. En este país lo hemos sentimos muchos y me ha tocado verlo entre los hermanos de diferentes países o culturas, aprovechándose unos de otros. Es necesario traducir la universalidad de la salvación en todas nuestras relaciones cotidianas para testimoniar ante el mundo que nuestro Padre celestial no tiene distinción de personas. En Dios está nuestra salvación y en El no hay diferencias. ¡Preparemos el camino del Señor!

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