XXIV DOMINGO ORDINARIO
LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Por Nuestro Párroco, Padre Carmelo Jimenez
La semana pasada escribí como título a mi reflexión: amar amando. Y hoy, al celebrar la Exaltación de la Cruz, nos encontramos el signo más palpable del amor hecho realidad: la cruz.
San Pablo afirma a los corintios: “El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios”. (1 Cor. 1, 18). Constantemente escuchamos frases como: “¿Para qué tienen la cruz en su Iglesia si es signo del castigo?” Sí, es el signo de castigo y del peor de los castigos porque era dado solo y únicamente a los malvados, a los peores malvados de la antigüedad, pero a Cristo le cargaron injustamente el leño de la cruz, lo llevaron al patíbulo y lo sacrificaron, “como oveja fue llevado al matadero” (Hech. 8, 32), pero es el mismo Jesucristo quien exclama: “El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre” (Jn. 10, 17 -18). Y con su ofrecimiento de sí mismo se convierte en el rescate de la humanidad perdida en el pecado.
El pueblo de Israel, estando esclavo en Egipto deseaba salir para terminar sus sufrimientos, y durante la travesía del desierto, que fue una purificación para ellos, tuvieron que pasar muchas pruebas, pero también hubieron momentos de desilusión, como el que escuchamos hoy en la primera lectura del libro de los números, donde murmuran contra Dios y contra Moisés por falta de agua. Dios en castigo manda las serpientes y quien era mordido, moría. Hablan con Moisés, y este con Dios, quien le manda: “Haz una serpiente como ésas y levántala en un palo. El que haya sido mordido por las serpientes y mire la que tú hagas, vivirá” Podríamos entonces preguntarnos: ¿la serpiente de bronce tenía poder de curar? ¡No! Es el Salmo Responsorial que nos afirma: “Cuando Dios los hacía morir, lo buscaban y madrugaban para volverse hacia Él. Se acordaban de que Dios era su auxilio; el Dios altísimo, su redentor”. Al ser mordidos por una serpiente y ver la serpiente de bronce en lo alto, se acordaban que habían pecado, pedían perdón, y entonces, venia la curación como signo de perdón.
El Evangelio para este domingo es bien explícito en afirmar: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”. Porque solo en Cristo tenemos la esperanza de salvación eterna por con su muerte pagó a Dios nuestra deuda. El evangelio continua diciendo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. La combinación cruz y amor, es salvación para quien tiene fe en Jesucristo. Contemplar la cruz tendría que ser para nosotros contemplar el gran misterio de amor. Bien podríamos decir a Jesucristo: no te entiendo Señor, porque yo soy un gran pecador, pero tú diste tu vida por salvar la mía ¿tanto me amas? Sí hermano, sí hermana, así te ama Dios, muchísimo de tal manera que Cristo mismo ofrece su vida en rescate de tu vida.
San Pablo proclama en su carta a los efesios: “Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Ef. 2, 9-11). Por eso hermanos y hermanas, hoy doblemos nuestras rodillas ante quien tiene todo poder sobre nosotros porque nos rescató del pecado y de la muerte y, nos ofrece la salvación, Cristo Nuestro Señor, a Él la gloria por los siglos de los siglos. ¡Amen!