LA ESPERANZA CRISTIANA

XXXII DOMINGO ORDINARIO

LA ESPERANZA CRISTIANA

Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Este mes de noviembre iniciamos con dos festividades importantes para nosotros los cristianos. El 1 de Noviembre, Todos los Santos y el 2 de noviembre, Fieles Difuntos. Eso trae a la mente una pregunta: ¿Qué sentido tiene la vida y la muerte? Reflexionando la Palabra de Dios es que podemos afirmar con toda la Iglesia que “creemos en la resurrección de los muertos”. Es la Palabra de Cristo, pero sobre todo su propia Resurrección, la que nos ayude a nosotros a disfrutar de esta respuesta para seguir ofreciendo al mundo una esperanza.

La historia de los 7 hermanos y su madre nos debe llenar de valor en la fe para dar testimonio también nosotros ante los ataques a nuestra fe de muchos enemigos actuales. “Una vez muerto éste, sometieron al cuarto a torturas semejantes. Estando ya para expirar, dijo: ‘Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida’” (2 Mac 7: 13-14). Ese testimonio es confirmado en el Libro del Profeta Daniel también al hacer memoria de las atrocidades de Epifanes. La dureza de la persecución alcanza a las mujeres y a los niños. Todos ellos fueron perseguidos por permanecer fieles a la ley del Señor. Los judíos piadosos estaban dispuestos a la muerte violenta antes que quebrantar la ley de Dios. No ha sido fácil entender las persecuciones a lo largo de la historia del pueblo judío y a lo largo de la historia de la Iglesia, pero muchos mártires han dado testimonio de la fe y han alcanzado las promesas de la vida eterna. Hoy, como en aquellos tiempos, en muchos lugares de la tierra los cristianos siguen siendo perseguidos. Que Dios les conceda la certeza de la fe y la esperanza para que permanezcan fieles y, a nosotros nos ayude para seguir fieles a sus mandamientos.

“Jesús les dijo: ‘En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.’” (Lc 20: 34-36) Los saduceos no creían en la resurrección de los muertos y son ellos los que plantean el problema recurriendo a una historia ficticia. Ellos creían en el reino de Dios, pero un reino temporal y terreno transformado, pero todo acá mismo; tal como muchos hermanos separados lo creen ahora. Jesús sale al paso de quienes lo cuestionan y les contesta en dos momentos: en primer lugar, les contesta de cómo será la vida de los hombres después de la resurrección (como los ángeles de Dios, es decir, totalmente espiritual); en un segundo lugar, afirma claramente la existencia de la resurrección. En referencia a lo primero, Jesús dice, apoyado en la existencia de los ángeles, que serán como ángeles de Dios y como hijos de Dios. De ahí la expresión popular ante la muerte de nuestros seres queridos: “ahora tienes un angelito en cielo que intercede por ti,” aclaro, somos y seguiremos siendo hijos de Dios no ángeles, pero la comparación con ángeles es para que entre a nuestra razón. Allá ya no habrá matrimonio, porque éste es entendido como medio necesario para prolongar la vida sobre la tierra, hablo del matrimonio cristiano, hombre y mujer, el matrimonio en razón de la procreación y continuidad de la vida. En el cielo no existe la muerte, por tanto, ya no es necesario el matrimonio. Los ángeles de Dios y los hijos de Dios ya no mueren. Jesús afirma abiertamente la esencia de la vida futura: es una vida espiritual, feliz, luminosa y permanente.

¿Qué le espera al hombre más allá de la muerte? ¿Existe otra vida? “Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (Lc 20: 37-38). Con la propia resurrección de Jesús, da respuesta al enigma de la muerte. Se trata de una resurrección escatológica, trascendente y universal: en la resurrección de Jesús, todos los hombres somos llamados a la resurrección y a la vida. Él mismo es la resurrección y la vida. Que viviendo alegres y cargando nuestras cruces diarias, demos testimonio de la esperanza cristiana hasta alcanzar la verdadera vida. Amen.

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