LA ESPERA DICHOSA DE JESUS
Por nuestro Párroco, el P. Carmelo Jiménez
Hemos llegado ya al primer domingo de Adviento. Todo el Adviento será una invitación a la espera de la llegada de Cristo. No es un tiempo de tanto clamar: “ven Señor Jesús”. Jesucristo vino hace 2015 años. Entonces, esta temporada, es bueno levantar la cabeza, abrir los ojos y el corazón, y estar dispuestos a vivir la vida al máximo. La vida que se da en familia, en comunidad, en la iglesia, comunidad de fe. Una espera de la Parusía, que será la manifestación total de Cristo.
El profeta Jeremías anuncia: “Mirad que llegan días –oráculo del Señor–, en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá” (Jer 13: 14). Con este anuncio vemos claramente que la iniciativa de salvación viene de Dios. En toda la historia de salvación es Dios quien sale al encuentro del hombre perdido en el pecado. Aun cuando somos nosotros los seres humanos quienes necesitamos de Dios y, deberíamos ser nosotros quienes lo buscamos.
Un punto muy importante del Profeta Jeremías es la invitación a la interiorización. Es en el interior donde nacen los proyectos personales, es en la reflexión interior donde madura la fe y la esperanza. En este mundo lleno de ruidos es necesario la interiorización. En el tiempo de silencio interior es donde el ser humano se encuentra así mismo y el lugar donde se puede encontrar con Dios. En nuestro mundo lleno de ruidos y rapidez de la vida, parece que se le tiene miedo a estar solo y en silencio, la razón es el temor a enfrentarse a uno mismo.
“Que el Señor los llene y los haga rebosar de un amor mutuo y hacia todos los demás” (1 Tes 3:12). En el caminar de la vida nunca vamos solos sino que caminamos en comunidad, en pueblo. Desde el día de nuestro bautismo todos esperamos la herencia propia de los hijos de Dios. Esta espera debe ayudarnos a estrechar nuestros lazos fraternos durante el camino que debemos realizar en comunión, con alegría y seguridad. Compartir un amor fraterno debe ayudarnos a superar todas las diferencias, pero también a aceptarlas, y así garantizar la realización del camino. La esperanza será colmada al final.
“Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación” (Lc 21: 28). La liturgia de la Palabra y la sacramental de este primer domingo nos invita a dirigir la mirada a la vuelta gloriosa del Señor (es el sentido original y pleno del Adviento). Un verdadero creyente ha de estar inmerso en el mundo compartiendo los sufrimientos y carencias, las alegrías y las esperanzas de todos los hombres. Sólo desde la solidaridad, el creyente puede transmitir al mundo una palabra evangélica creíble, razonable, aceptable y con sentido. Los hombres de este mundo necesitan el testimonio vivo de los creyentes.
El Santo Padre Francisco tiene una voz fuerte, porque vive su fe de manera sencilla, testimoniando con hechos su predicación. Esa es el gran reto que nos hace: ser hombres y mujeres de hoy, que al interiorizar nuestra fe, se exterioriza con obras de caridad y misericordia, mostrando así, que nuestra esperanza está viva. Vivamos la alegría de nuestra fe, vivamos la espera dichosa de la salvación. Vivamos en Cristo que volverá glorioso. Amen.