LA CRUZ CON CRISTO ES SALVACION

XXII DOMINGO ORDINARIOFrCarmelo6

Por nuestro Párroco, Padre Carmelo Jimenez

El profeta Jeremías vivió entre el 650 y 586 a.c. en Judá, Jerusalén, Babilonia y Egipto. Él es llamado el “profeta de las lamentaciones”. El único propósito de Jeremías era revelar los pecados de la gente y explicar el motivo de la inminente catástrofe. En su tiempo, los diferentes reyes – especialmente: Josías, Joaquim y Sedequías – eran idólatras y el profeta Jeremías les llamó al arrepentimiento. Jeremías sufrió persecución, fue engañado y burlado. Él fue objeto de la risa. Estaba cansado y frustrado, pero él sabía que su misión era más grande que su fuerza. Su exclamación fue: “Ya no me acordaré del Señor ni hablaré más en su nombre. Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía”.

En la parte del Evangelio de hoy podemos escuchar: “comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Pero como de costumbre, los discípulos tal como la mayoría de la gente, quieren escuchar lo que es bueno y cómodo. Por eso Pedro trató de reprender a Jesús, pero la respuesta que encontró de Jesús fue reprenderlo: “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”.

Jesús sabía como también lo sabia Jeremías, su misión llegaría con sufrimientos y persecución. No querían eso, pero lo aceptaron porque era la voluntad de Dios. Jesús sabía perfectamente que a través de su pasión todo el mundo se salvaría. Jesús se ofreció a sí mismo a Dios Padre y sólo en Él tenemos la salvación.

La fe y la confianza en Jesús es el camino a nuestra salvación. Sin Jesús, ¿qué otra cosa o quien más podría darnos la salvación? Jesús nos pide: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mi causa, la encontrará”. La gran paradoja de la economía de la salvación de Dios es: “perdemos lo que ganamos, y ganamos lo perdemos” (www.dailyscripture.net). Podemos tener un montón de cosas en esta vida, pero debemos usar todas nuestras pertenencias para el bien y la caridad, y siempre tener en cuenta que esas cosas vienen de Dios y vivir agradecidos con Dios, sabiendo todas esas cosas no son nuestro fin. Sólo Dios es el final de nuestra vida y solo en Cristo Jesús podemos conseguir la vida eterna.

Para conseguir nuestra salvación es necesario llevar nuestra cruz como lo hizo Jesús. Nuestra cruz es vivir la vida cotidiana con fe: con paciencia, la justicia y la esperanza. Constantemente tenemos sufrimiento y persecución pero nosotros decidimos si vivir todo esto con Jesús o sin Jesús. Sufrir sin Jesús es masoquismo y nos lleva a nada. Tomar nuestra cruz y ofrecerla a Jesús, nos conduce a la salvación. Esa es la razón por la que San Pablo nos dice: ” Por la misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios, porque en esto consiste el verdadero culto”.

Como el profeta Jeremías denunció el pecado de todos esos reinos y los llama a la conversión así nosotros debemos revisar nuestra vida y regresar a la voluntad de Dios. Yo invito a escuchar el consejo de San Pablo y ofrecer sus cuerpos y mentes a Dios. Toma tu cruz y sigue a Jesús, tu Salvador y Redentor. Que Dios te dé y de a todos los fieles creyentes la vida eterna. Amén.

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