JESUS-MANA, PAN BAJADO DEL CIELO
Por nuestro Párroco, el Padre Carmelo Jiménez
Para este domingo, las lecturas de la misa nuevamente nos llevan a reflexionar acerca de la Eucaristía. Este domingo y los tres domingos siguientes continuaremos leyendo del capítulo 6 del Evangelio de san Juan.
“Dijo el Señor a Moisés: ‘Voy a hacer que llueva pan del cielo. Que el pueblo salga a recoger cada día lo que necesita, pues quiero probar si guarda mi ley o no’” (Ex 16: 4). El desierto es presentado por el libro del Éxodo como una realidad ambivalente: por una parte, es el lugar de las revelaciones de Dios, de la cercanía de Dios, de la providencia amorosa y tierna con su pueblo. Pero, por otra, es el lugar de los enfrentamientos con Moisés el enviado de Dios, el lugar de las carencias, de las añoranzas, dirigiendo la mirada hacia atrás. Es un lugar donde la conquista de la libertad es peligrosamente puesta en alto riesgo. El maná es tan solo uno de los tantos momentos en que murmuran contra Moisés y contra Dios mismo. El camino hacia la conquista de la libertad y la entrada en la tierra prometida es largo y dificultoso. “Al ver eso, los israelitas se dijeron unos a otros: ‘¿Qué es esto?’, pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: ‘Éste es el pan que el Señor les da por alimento’” (Ex 16: 15).
“Jesús les contestó: ‘Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello’” (Jn 6: 26-27). Jesucristo recibe a toda aquella gente con un reclamo, que podríamos mal interpretar como una queja. Jesús quería darles un mensaje más profundo. Jesús quiere que la gente se dé cuenta que el pan que ofrece, es él mismo. No es fácil transcender la materialidad y entrar en el misterio de Jesús. Los judíos, sin duda que pensaban en la multiplicación de los panes era una evocación o recuerdo del milagro del maná en el desierto. En su manera de pensar, estimaban que Jesús sería un nuevo Moisés que debería cumplir la promesa, y por tanto, debería repetir y prolongar el milagro del maná. Pero Jesús quiere llevarles a otra reflexión más profunda: él viene a restaurar la vida humana según el plan de Dios.
“Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6: 32-33). Quiero poner énfasis en el juego de palabras: “no fue Moisés quien les dio”, hablando en pasado, haciendo recuerdo de la historia. “Es mi padre quien les da”, y esto ya no es historia. Jesús lo afirma para hoy. Dios Padre sigue dando el pan bajado del cielo. Porque del cielo no puede bajar la muerte, porque en el cielo no hay muerte. Del cielo sólo baja la vida, porque en el cielo solo hay vida. Por tanto, sólo Jesús ha bajado del cielo porque Él aporta la vida al mundo. El maná era sólo una imagen, una prefiguración, pero no procedía del cielo. Jesús-maná sí aporta la vida.
Oremos juntos con la multitud que seguía a Jesús aquel tiempo y digámosle: “Señor, danos siempre de ese pan” (Jn 6: 34). ¡Gloria y alabanza a Jesucristo en el Santísimo Sacramento! Amen.