JESÚS ES EL BUEN PASTOR
Por Nuestro Párroco, Padre Carmelo Jiménez
Estamos ya a mitad del tiempo pascual y este cuarto domingo de Pascua la Iglesia lo dedica a orar por las vocaciones a la vida entregada al modo de la de Jesús. Podemos iniciar afirmando que las vocaciones son don de la caridad de Dios. Recordando el mensaje de la segunda lectura: el amor especial del Padre que nos llama hijos suyos y nos envía a que el mundo lo conozca. Sin embargo, el tema central es Jesús el Buen Pastor.
San Juan evangelista, no indica solamente la bondad personal del pastor, sino también y especialmente califica su misión. Jesús se presenta como el único Pastor genuino, auténtico, digno de fiar, al único a quien seguir. Y eso es lo importante en el momento en que habla Jesús y en el que escribe el evangelista: muchos se presentaron con la pretensión de ser los salvadores, pero ninguno llevaba la marca de la autenticidad, no fueron de fiar y llevaron al pueblo a la destrucción. Jesús es el único salvador, así lo afirma la primera lectura: “Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido como salvador nuestro” (Hechos 4,12). Y está dispuesto a llevar su misión hasta el final y así lo realiza: hasta el don generoso de la propia vida: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Jn 10; 11). Para ello el evangelista lo compara con el mercenario que está más pendiente del sueldo que del bienestar de las ovejas. El evangelista piensa también en los pastores de su Iglesia. Y para ellos escribe indicando: mirad al verdadero Pastor y sacad vuestras consecuencias. Jesús entrega la vida libremente, nadie se la arrebata violentamente: “Yo doy la vida por mis ovejas…El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero” (Jn 10: 15b. 17-18). Una bonita interpretación de la muerte de Jesús es: “nadie tiene amor más grande que el que entrega su vida por sus amigos” (Jn. 15, 13) Y oramos durante la Santa Misa: “cuando estamos perdidos y éramos incapaces de volver a ti, nos amaste hasta el extremo. Tu Hijo que es el único justo, se entregó a sí mismo en nuestras manos para ser clavado en la cruz” (Plegaria Eucarística de sobre la Reconciliación 1).
El 25 de abril de 1999 fui ordenado sacerdote, exactamente el 4to. Domingo de pascua, es decir, el domingo de Jesús Buen Pastor. Por ser un día muy significativo para toda la Iglesia, siempre he orado por ser buen pastor, no de título, sino en la vida. Fueron los indígenas Tzotziles quienes me enseñaron el significado de esa palabra. A mi llegada a Chenalho, un pueblo metido en las montañas de Chiapas, me dijeron que no me llamarían padre, que iba a ser para ellos Carmelo, y cuando la comunidad lo dijera me llamarían Totic Pale (Padre). El tiempo pasó, y en una peregrinación a la Basílica de Guadalupe, el día que se caminó más, mis pies se lastimaron, y por el cansancio que llevaba, preferí no comer sino dormir, bajo un sol quemante. Por la noche de aquel día, el coordinador de la peregrinación me pidió le diera tiempo de hablar antes de dar la bendición al concluir la Misa y les dijo: “hoy el Carmelo se lastimó, hoy sintió hambre, hoy caminó con nosotros, hoy sintió lo que nosotros pasamos ¿le llamamos Totic Pale?” La comunidad respondió que sí.
Esa experiencia marcó mi vida y entendí que Jesús es el buen Pastor que camina y sufre con cada uno de nosotros. Porque su amor no es grupal, sino que nos ama de manera personal, que conoce nuestro nombre. Que cada pena que nos toca pasar, es Él el primero que sufre y con cada alegría, se alegra con nosotros aunque no se lo participemos. Jesús nos ama de tal manera que da su vida por nuestra liberación, de tal manera que si nos ve perdidos, va en nuestra búsqueda, nos carga y nos devuelve al redil.
Démosle gracias a nuestro Padre Dios, por su infinito amor, porque en Jesucristo tenemos la esperanza de alcanzar la salvación y la vida eterna. Que Jesús Buen Pastor, tenga piedad y misericordia de nuestros seres queridos ya muertos y los lleve al reino de Dios. Y nosotros nos ayude y guie para llegar un día a contemplar su rostro en la eternidad. Amen.