JESUCRISTO UNICO Y UNIVERSAL
Por Nuestro Párroco, el P. Carmelo Jiménez
La primera lectura del libro de los Números nos recuerda la completa libertad con la que actúa Dios. Podemos afirmar conforme a lo que escuchamos que todos los elegidos reciben el espíritu de profeta aunque no estén en la asamblea. “el Señor descendió de la nube y habló con Moisés. Tomó del espíritu que reposaba sobre Moisés y se lo dio a los setenta ancianos. Se habían quedado en el campamento dos hombres y también sobre ellos se posó el espíritu, pues eran de los elegidos y comenzaron a profetizar en el campamento” (Num 11: 25-26). El Espíritu profético es el que se hace presente en los 70 ancianos para constituirlos colaboradores de Moisés en la atención y dirección del pueblo en el desierto. Dios actuó con plena libertad al dar su Espíritu. Eso es un don que no está sometido a condicionamientos humanos, aun en la actualidad. Dios, Señor de la historia, actúa siempre con soberana libertad pero siempre a favor de su pueblo y de los hombres, en especial del hombre necesitado y pobre.
En el evangelio escuchamos: “Juan le dijo a Jesús: ‘Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos’” (Mc 9: 38). En el tiempo de Jesucristo, se atribuía la posesión diabólica a muchos efectos de enfermedades misteriosas. El demonio es el enemigo del hombre. La relación era lógica y coherente en aquel momento. Alguien quiso utilizar el nombre de Jesús para hacer un exorcismo porque habían observado la eficacia y la fuerza de Jesús para expulsar demonios. Cuando se usa el nombre de otra persona quiere decir que se realiza por la persona de aquel que se nombra. Y en nombre de Jesús realizarán la misma práctica los discípulos después de la resurrección, cuando el mismo manda a sus discípulos de dos en dos. Se trataba de una práctica liberadora de los males del hombre. La invocación del nombre de Jesús era y es eficaz. Pues bien, este es el caso del relato evangélico de hoy. El problema que se le plantea a Juan es que hay alguien que se propia del nombre de Jesús para realizar esta práctica y no pertenece al grupo.
Jesús abre fronteras y acoge a los hombres de buena voluntad, aprecia todos los valores y se deja guiar por una actitud integrador. No excluye a nadie de su grupo, aun cuando no estén congregados en la asamblea. Pero esto no quita de su conciencia que representa una enseñanza singular. Jesús es único y universal. Por eso la eficacia de su persona, de su actuación y de su misión. Todos los valores son aprovechables y se pueden integrar en el proyecto del reino de Dios. Pero esto no anula el hecho de que Jesús es único: el único salvador y el único revelador del Padre.
Todos necesitamos, en este mundo, reconocer las dos cosas de Jesús: la unicidad y la universalidad. Todos podemos convivir, porque todos podemos compartir muchos elementos buenos para los hombres. El radicalismo, el exclusivismo no caben el proyecto de Jesús. Pero él mismo nos invita a la radicalidad de su seguimiento para apreciar y respetar la universalidad de los valores. Que Dios nos conceda sabernos partes de su reino, con nuestros dones, valores y carismas. Con el testimonio invitemos a muchos más al reino de Dios, reconociendo a nuestro único salvador: Jesús. Amén.