SOLEMNIDAD DE LA ASCENCION A LOS CIELOS
ENTRE VOCES DE JÚBILO, DIOS ASCIENDE A SU TRONO
Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez
Estamos ante una gran solemnidad pero un misterio también. Si el acontecimiento de ascender a los cielos hubiese sucedido en estos tiempos, sin duda que iniciarían a preguntar ¿Como lo hizo? Muchos, no dudo, que dudarían de tal acontecimiento, y como santo Tomas el Apóstol ¡hasta no ver no creer!
Este relato de San Lucas es la descripción más detallada y completa del acontecimiento de la Ascensión, porque la sitúa en el tiempo y en el espacio, valiéndose de las imágenes que le proporcionaba la Escritura: nubes, cielo, ángeles, etc., es decir que usa abundancia de detalles a pesar de lo corto de este pasaje bíblico.
“A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios” (Hech 1: 3). Los cuarenta días significan un tiempo adecuado para conducir a los apóstoles al pleno convencimiento de que estaba vivo. El número 40 significa madurez acabada. El lenguaje judío utilizado en este texto bíblico por San Lucas, para significar que los apóstoles han recibido y alcanzado una madurez suficiente para ser los testigos autorizados de Jesús. Tiempo especial para adquirir la plena seguridad de que Jesús estaba vivo y dar testimonio de la identidad entre el crucificado y el resucitado.
“Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: ‘No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado’… Los ahí reunidos le preguntaban: ‘Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?’” (Hech 1: 4. 6). Jesús ha muerto y ha resucitado, y los apóstoles todavía no se han olvidado de las antiguas concepciones mesiánicas que llevan aun en el corazón. La respuesta de Jesús es que necesitan el Espíritu que les conduzca hasta la verdad completa y les interprete lo que falta por venir, esto recordando la lectura del evangelio del domingo pasado, “el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho” (Jn 14: 26).
“Cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra” (Hech 1: 8). Cristo en la cruz y resurrección ha roto las fronteras, haciendo de los dos pueblos: judíos y gentiles, un sólo pueblo nuevo. Dándole a los apóstoles una misión universal de evangelizar. Pero esta misión será una conquista lenta, en la que el Espíritu por un lado, y las circunstancias históricas por otro, irá madurando en la mente y actuación de los Apóstoles. De todo ello da testimonio este mismo libro de los Hechos de los Apóstoles en la continuación de todo el relato.
El Evangelio para hoy es de San Lucas también, que coincide con la primera lectura. “Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo” (Lc 24: 50-51). La Fiesta de la Ascensión es la oportunidad que se ofrece al creyente para alegrarse por su Rey: Se alegra Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey (salmo). Pero también contemplar este misterio como el gran empuje de su misión evangelizadora por el mundo, tan lleno de violencia, destrucción y muerte. Por eso este mundo necesita escuchar la Buena Nueva, el Evangelio, porque es el único que puede dar respuesta a sus interrogantes. Con la Ascensión del Señor a los Cielos, Jesús es glorificado sin dejar de estar en medio de nosotros hasta el fin del mundo.