EL BAUTISMO DEL SENOR
Por nuestro Párroco, el P. Carmelo Jiménez
Este domingo celebramos el Bautismo del Señor, y con esta solemnidad concluimos el tiempo de Navidad. Mi reflexión para este domingo estará basada en el Evangelio. Regularmente tomo parte de cada lectura, pero se me hace tan rico el Evangelio y mucho que meditar que, solo pondré atención en él.
En este tiempo de Navidad celebramos: El Nacimiento del Hijo de Dios, el Emmanuel. Después escuchamos de la visita de los pastores y de los Magos de Oriente. La Presentación del Nino al Templo, la huida a Egipto y el bautismo del Señor. Es cierto que con el Nacimiento del Niño Dios, Dios está con nosotros, pero ¿estamos nosotros con Dios? Que Dios ha nacido para estar siempre con nosotros es evidente, pues lo ha dicho él mismo. Es el Emmanuel. La pregunta es si ¿nosotros estamos o no estamos con Dios? En concreto ¿nos dejamos guiar por Dios? ¿Aceptamos su palabra? ¿Nos sometemos a sus mandamientos y, sobre todo, si conocemos a Dios por experiencia y no sólo de oídas?
El Evangelio de San Lucas nos presenta el Bautismo del Señor de una forma excepcional, y no pone su énfasis en el hecho de que Jesús fuera sumergido en el bautismo de penitencia. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar el acto del Bautismo para que así se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que él no es un pecador más que viene a hacer penitencia; Es el Hijo Eterno de Dios, que como hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el Señor de nuestra vida.
“Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste ORABA, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma” (Lc 3: 21-22a). En la Biblia, la oración es el modo de comunicación verdadera con Dios. Jesús, que es el Hijo de Dios, hace oración como hombre, porque es la forma de expresar su necesidad humana y su solidaridad con los que le rodean. No se distancia de los pecadores. Para Lucas, el verdadero bautismo de Jesús no es el de Juan, donde no hay diálogo ni nada. Incluso el acto de sumergirlo como acción penitencial en el agua del Jordán pasa a segundo término. Es la oración de Jesús la que logra poner esta escena a la altura de la teología cristiana que quiere Lucas.
El bautismo de Jesús, en San Lucas, tiene unas resonancias más proféticas. Estando en oración, desciende el Espíritu sobre él. Porque es el Espíritu, como a los verdaderos profetas, el que cambia el rumbo de la vida de Jesús, no el bautismo de penitencia de Juan. Lucas no ha necesitado poner el diálogo entre Juan y Jesús, como en lo hace el Evangelio de San Mateo, en que se muestra la sorpresa del Bautista. Las cosas ocurren más sencillamente en el texto de Lucas: porque el verdadero bautismo de Jesús es en el Espíritu para ser profeta del Reino de Dios; esta es su llamada, su unción y todo aquello que marca una diferencia con el mundo a dar sentido al Antiguo Testamento.
Es evidente que el mundo vive hoy como si Dios no existiera y hasta algunos cristianos se debaten en la confusión, pues no es fácil profesar la fe en la situación del mundo actual. La fiesta de hoy nos presenta a Jesús, el enviado, comenzando su ministerio público. Y la Iglesia continúa esta misión de Cristo, evangelizando de nuevo el mundo en el que estamos. No olvidemos que la evangelización no es transmitir ideas, sino hacer posible el encuentro con una persona, Cristo, y poder gozar de la vida que él nos ha dado. Que renovando nuestras promesas bautismales nos convirtamos en verdaderos evangelizadores, que transmitamos con nuestras vidas: la fe, la esperanza, la alegría y la paz que vienen del vivir nuestro bautismo. Amen.