VI DOMINGO ORDINARIO
EL AMOR Y LA JUSTICIA POR ENCIMA DE LA LEY Y LA JUSTICIA
Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez
Estamos en el ciclo A y es el evangelista San Mateo el que nos va llevando al feliz encuentro con Jesús, como le pasó a él.
Después de los capítulos 1 y 2 del nacimiento, nos lleva al encuentro con Juan Bautista (su predicación, el anuncio del Mesías, el bautismo de Jesús, las tentaciones…) y a la predicación de Jesús (en Galilea, Nazaret, llamado a los 4 primeros discípulos…) y curaciones. Comienza con la predicación profunda: las Bienaventuranzas, los valores de los auténticos discípulos –sal y luz- y la ley, que es la propuesta de hoy.
“Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya. Delante del hombre están la muerte y la vida; le será dado lo que él escoja.” (Sir 15: 16. 18). El hecho de que el ser humano sea débil no es una desgracia, ni una limitación ocasional, es un regalo de Dios. La respuesta del autor de este libro, en este caso, es precisamente de que tenemos toda la libertad para elegir entre el agua y el fuego, entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Eso mismo afirma el libro del Génesis: “El Señor Dios le dio al hombre esta orden: ‘Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal te mando que no comas, porque el día en que comas de él, morirás sin remedio'” (Gen 2: 16-17), la libertad y la debilidad la tenemos grabada en la antropología y la psicología humana. La afirmación de Ben Sirac es que Dios no obliga a nada, mucho menos a pecar y afirma de forma positiva que el hombre tiene en su interior una naturaleza buena, don divino, para elegir el bien y no el mal.
“No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud” (Mt 5:17). El Sermón de Jesús, para el evangelio de san Mateo, es un imperativo y una exigencia, que no queda simplemente en una praxis jurídica, ritual, o incluso moral. Esta exigencia se encarna en la historia del pueblo, que es un pueblo que debe ser fiel a Dios, y por ello se habla de plenitud. La Ley y los Profetas no son simplemente las dos partes esenciales de la Biblia, sino que debemos entenderla como la historia de Dios con su pueblo, que debe llegar a la plenitud de la justicia y, de manera especial, la plenitud de la gracia.
Jesús no se queda simplemente en los preceptos del Antiguo Testamento. Ni la Torá judía, ni los Profetas, dejan de tener sentido, porque Jesús era un judío y no cambia de Dios ni de exigencias fundamentales frente a la maldad y al sinsentido de la vida y la religión. Es lo que deberíamos entender por encima de todo: la religión de la ley y los profetas llega a su plenitud si pensamos y sentimos como Jesús pensó y actuó como profeta de Galilea.
Encontramos 4 contrastes en este evangelio que escuchamos, entre la de la Ley y Profetas y las enseñanzas de Jesús. Estos contrastes van más allá, pero no debemos olvidarnos de las otras. La segunda de los contrastes nos habla del adulterio, que afecta al matrimonio y a la familia, exige una radicalidad de mente y de corazón. La tercera contraste es sobre el divorcio, el cual no es permitido porque es un atentado a la mujer. Y el cuarto contraste nos habla del juramento, enseña que le basta al ser humano su verdad, porque la verdad es el juramento mismo de su inocencia. Este evangelio es largo, pero nos enseña cosas fundamentales del ser humano: la familia, la fidelidad al matrimonio y a Dios, y el respeto a la mujer.
La ley o lo legal, puede ser injusto algunas veces. El amor, la fidelidad, la justicia de Dios, va más allá de lo legal. Que vivamos el amor y la justicia.