DOMINGO DE RAMOS
Por Nuestro Párroco, Padre Carmelo Jiménez
Estamos ya al final de nuestra jornada cuaresmal e iniciando la Semana Santa. La liturgia de este día nos dispone a celebrar los grandes misterios de nuestra fe. Misterios que se vuelven salvíficos.
Domingo de Ramos: “Los que iban delante de Jesús y los que lo seguían, iban gritando vivas: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en el cielo!” (Mc. 11: 9-10). Por eso salimos al encuentro. Porque sabemos que nuestra redención tiene que venir de Dios y esta es la invitación también de la Semana Santa. Oremos para que Dios no nos niegue sus fuerzas liberadoras que trajo en Cristo Jesús. Cristo es Dios que viene. Cristo es el Redentor que trae la libertad y la dignidad que hemos perdido por el pecado. Cristo viene y es este gesto de la liturgia de esta mañana: salirle al encuentro, estar aquí para esperarlo. Cumplir el deber de escuchar su palabra, esta es toda nuestra esperanza.
La segunda lectura nos invita a mirar al Mediador: “ hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz” (Fil. 2: 7-8), Dios todo poderoso que viene, sin embargo ha querido identificarse con la figura de un siervo que se humilla hasta la muerte para confundirse con la miseria humana y darle un sentido divino a las justas reivindicaciones del mundo entero como la paz, el derecho a la vida, la dignidad humana, etc.; pero al mismo tiempo, para sembrar una esperanza que no deben de poner sólo en las fuerzas de la tierra. “Si Dios no construye la casa -dice la Biblia-, en vano trabajan todos los que la construyen” (Salmo 126: 1).
El miércoles pasado, 25 de marzo, celebramos la Encarnación de Jesucristo. Me encanta reflexionar en la pequeña frase que dice el sacerdote o diacono e incluso el obispo al mesclar un poco de agua con el vino durante el ofertorio de la Misa: “El agua unida a este vino, sea el signo de nuestra participación en la vida divina de aquel he ha querido participar de nuestra condición humana”. Jesucristo nos conoce a la perfección, y conoce nuestras debilidades porque el mismo lo ha compartido. Pero, su pasión se vuelve redentora y salvífica, porque es quien se abaja hasta nuestra condición para elevarnos a su condición de hijo e hija de Dios.
Y en el evangelio de San Marcos, escucharemos el testimonio de un pagano: “El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: “De veras este hombre era Hijo de Dios” (Mc: 15,39). El soldado que debía dar testimonio de que ya estaba muerto; el centurión que le va a decir a Poncio Pilato y al pueblo entero y al mundo: “De veras este hombre era Hijo de Dios”. Cristo ha vencido, su humillación no ha sido un fracaso.
La cruz es el camino para la glorificación y esta es la esperanza que yo quisiera que todos reflexionáramos en nuestra Semana Santa. Que este Domingo de Ramos, entre las palmas que se agitan por el triunfo de Cristo entrando a nuestras vidas, sea toda una alabanza y un grito de esperanza que el mundo cambiara porque lo hemos puesto bajo la protección de Cristo, y le decimos: en ti Señor, hemos confiado y no quedaremos confundidos. Amen