XIV DOMINGO ORDINARIO
DIOS ES UN PADRE
Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez
Todos los noticieras están llenos de los acontecimientos que están pasando entre los distintos países especialmente las pruebas de misiles nucleares. Ante esa situación, las naciones se alían con otras naciones para estar preparados por un eventual ataque. Los países que buscan la paz, condenan tales hechos, pero también se preparan con lo poco o mucho de armamento que tienen. Los presidentes de esas naciones vociferan, unos contra otros, y pareciera que todos tienen razón. Es la Palabra de Dios que ilumina estas situaciones: “Él –el Rey humilde- hará desaparecer de la tierra de Efraín los carros de guerra, y de Jerusalén, los caballos de combate. Romperá el arco del guerrero y anunciará la paz a las naciones” (Zac 9: 10a). Es el momento de que pidamos a Dios por la paz, que volteamos a ver a Jesús, Rey del Universo, Rey de justicia y de paz. Pidamos, oremos a Dios por la paz de la tierra entera, porque es la fuerza de la humildad con la que este rey destruirá los instrumentos de la guerra.
Respecto al evangelio de este domingo, podríamos introducirnos con una pregunta: ¿quién es el Dios de Jesús? Se ha escrito y se ha hablado mucho del Dios de Jesús y cada generación se ha interrogado y sin duda que seguirán interrogándose sobre ello, porque ese Dios hay que descubrirlo en el evangelio. Y la primera respuesta es: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra!” (Mt 11: 25b). Jesús presenta a Dios como su Padre, con ellos, nos acercamos mucho a la experiencia más determinante que Jesús tenía de su Dios. Estamos hablando de la experiencia humana de Jesús, del profeta, no debemos entenderlas, ni interpretarlas todavía, en clave trinitaria. Con esa expresión, Jesús rompió con toda clase de preconcepciones sobre Dios, sobre la religión, sobre la cercanía del amor divino y de la gracia, reta a sus oyentes para que definitivamente se confíen en las manos de Dios.
“¡Porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien” (Mt 11: 25c). Jesús nos ayuda a entender que Dios es distinto de como se le había concebido y con El, como Padre, se crean unas relaciones distintas. No son los sabios, los poderosos, o los que saben más, los que lo tienen más fácil para entender al Dios de Jesús. Debo aclarar que tampoco es una condena de la teología, de los teólogos o de los místicos. Pero es verdad que Jesús quiere abrir el misterio de Dios a toda la gente y especialmente a los más alejados. Agradezcamos la manera de Jesús para descubrir a Dios, porque nos ofrece a todos la posibilidad de un Dios maravilloso, humano y entrañable.
No quiero pasar desapercibido el último párrafo del evangelio que escuchamos. “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio” (Mt 11: 28). Es cierto que es tiempo de vacaciones y la mayoría buscamos unos días de descanso para reparar nuestras fuerzas después del desgaste físico y la monotonía del trabajo, ¡qué bueno eso! Pero no nos quedemos en lo puro físico y material, busquemos también la oración y el silencio interior son importantes para renovarse y lograr la paz del espíritu, pero sobre todo para llegar a ese encuentro que nos ofrece Jesús en el evangelio.
Las lecturas de este domingo nos enseñan que a Dios hay que buscarlo con un corazón abierto y sencillo. Si Jesús mismo llama Padre a Dios, por lo tanto es un Hijo, el Hijo de Dios. En Jesucristo, nosotros también somos hijos de Dios, y podemos llamar a Padre-Papá a Dios. Que día con día, conozcamos más a nuestro Padre Dios.