CRISTO TESTIMONIA SU PROPIA RESURRECCIÓN
Por Nuestro Párroco, Padre Carmelo Jiménez
Las lecturas para este domingo nos presentan los inicios de la comunidad cristiana. Escucharemos en el Evangelio que los apóstoles y discípulos están temerosos, y ante la presencia de Jesús, aun no salen de su asombro y temor. Así, es como se inició la comunidad, pero con la confianza de que esa misión naciente, no es de ellos, sino que Dios mismo quien se los ha encomendado.
La primera lectura forma un conjunto con el milagro realizado por Pedro y Juan en favor de un paralítico. Este acontecimiento asombra a la gente y da ocasión a Pedro para proclamar el segundo discurso kerigmático o discurso testimonial acerca de la Resurrección de Jesús. Para un hebreo, alguien que ha muerto no puede realizar ya su actividad propia. Pedro y Juan se encuentran con un paralítico y le ofrecen lo que tienen: “no tengo ni plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo Nazareno, camina” (Hech 3, 6). Y se realiza el milagro. Este acontecimiento se convierte en un signo con mucha importancia, porque demuestra que Jesús está vivo porque en su nombre se ha realizado la maravilla. Y si está vivo ha resucitado, porque murió realmente en la cruz. Esta es la conclusión que deduce un contemporáneo de Jesús.
En la segunda lectura escuchamos: “Les escribo esto para que no pequén. Pero si alguno llegara a pecar, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo el Justo” (1 Jn 2, 1). Ciertamente la fuerza regeneradora de El puede asegurar al hombre la permanencia en la vida nueva. Por eso San Juan utiliza una forma literaria que sería igual a decir: es difícil que un verdadero miembro de Jesús peque, pero si se diera esta circunstancia no debe perder la esperanza porque Jesús está junto al Padre intercediendo y abogando por él. Y lo puede hacer porque es Justo, porque agradó siempre al Padre y realizó lo que le agradaba.
El pasaje evangélico se produce después del encuentro de Jesús con los dos discípulos camino de Emaús. Esta escena se desarrolla alrededor de dos pensamientos fundamentales: el reconocimiento de Jesús como resucitado y el envío a su tarea evangelizadora por el mundo. “¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse” (Lc. 24: 38-39A). Los creyentes se encuentran ante un misterio admirable, la maravilla de las maravillas de Dios, que da sentido nuevo a toda la historia humana. Todo el hombre es invitado a participar, en Cristo y por medio de Él, en la nueva oferta de la vida por medio de la Resurrección. Es la respuesta a la pregunta de todos los hombres y de todo el tiempo: ¿después de la muerte queda alguna esperanza? Y Dios responde que sí ofreciendo a la humanidad la realidad plena de Jesús Resucitado. Y es el evangelista Lucas que nos recuerda el proyecto de la misión universal: Cristo Resucitado y Glorioso envía a sus Apóstoles a anunciar el Evangelio a todas las gentes comenzando por Jerusalén.
Jesús sigue ofreciéndonos hoy su mensaje de vida y salvación. La coherencia de nuestra vida, el imperativo del mandamiento del amor y nuestro compromiso en la lucha contra el pecado del mundo son condiciones necesarias para reconocer a ese Cristo, vencedor de la muerte, que camina a nuestro lado.
Que el mensaje de este domingo nos impulse a alejarnos de toda ocasión de pecado y a construir comunidades parroquiales injertadas en el amor de Dios y fortalecidas con la presencia de Cristo y del Espíritu Santo. Que en los sacramentos encontremos la fortaleza para ser verdaderos testigos de la resurrección de Cristo que nos da esperanza para vida eterna. Amén.