XXVIII DOMINGO ORDINARIO
LA ESPERANZA CRISTIANA
Por nuestro Párroco, Padre Carmelo Jiménez
Hemos ya recorrido la mayor parte del año litúrgico. Las grandes solemnidades de Navidad y Pascua de Resurrección han quedado lejos, es más, ya se aproxima la Navidad de este año y parece que las lecturas de este domingo nos hace mirar la realidad y nos preguntan calladamente ¿Cuál es tu esperanza? La primera lectura del profeta Isaías concluye diciendo: “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara. Alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae, porque la mano del Señor reposará en este monte” (Is. 25, 9-10).
La fe parece que se está apagando en muchas personas. Hace unas horas un hermano que creo yo es un hombre de fe, casi llora porque sus hijos no quieren escucharle ni hacerle caso en buscar a Dios. De las escuelas y lugares publico donde se honraba a Dios, ahora se ha convertido todo tan laico que se le ha expulsado a Dios de ahí. Pareciera que sin Dios se estará mejor, pero cabe preguntarnos ¿A dónde va ir a parar nuestro mundo? De persona a persona ¿A dónde va la humanidad? ¿Cuál es la esperanza de los seres humanos?
La paz parece algo muy lejano, porque cada día hay más violencia por todos lados. Escucho de las personas que vienen de diferentes países que antes había maldad y violencia en sus países y por eso tuvieron ellos que salir de su país, pero ahora es más violento este mundo, incluso aquí ya no se está seguro, porque la maldad se ha apoderado de la humanidad. Con esto, la paz parece nunca llegar. Pero ante estos males san Pablo nos recuerda: “Mi Dios, por su parte, con su infinita riqueza, remediará con esplendidez todas las necesidades de ustedes, por medio de Cristo Jesús” (4, 19); pero la condicionante es si tenemos fe y esperamos en Dios. Ahora la pregunta es ¿Cuál es tu esperanza?
El amor se ha desvirtuado tanto que ha declinado en placer, en el sentir bonito, en lo pasajero de las emociones, y muchas veces en pasión. Pero el amor no es solo sentimiento sino la decisión de ofrendarse a sí mismo y honrar a Dios, honrar la vida y honrar a la(s) persona(s). Porque el amor es esencial para toda persona y si se pierde, se pierde el sentido de la vida, se pierde a Dios y se pierde toda esperanza. El hombre fue creado para amar, y Dios es amor puro, por eso, en esa relación de amor entre el hombre y Dios es que Él “destruirá la muerte para siempre; el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo. Así lo ha dicho el Señor” (Is. 25, 8). Esa es nuestra esperanza, la esperanza cristiana de pertenecer a Dios y un día poder llegar a la vida eterna.
El evangelio de este domingo concluye diciendo: “Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Mt. 22, 14). Hermano y hermana, no pierdas tu esperanza. La esperanza mantendrá viva la fe y el amor, y si esperamos verdaderamente que Dios reinara no habrá nada que nos separe de Él y no habrá nada que nos quite la paz interior. Recuerda siempre: “Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad” (Salmo 23, 3-4). Si esperamos en con fe viva, amando y sirviendo a Dios, seguro que seremos escogidos para vida eterna.
Que Dios nos conceda la gracia de la esperanza. Amén.