XXVII DOMINGO ORDINARIO
DIOS: PACIENTE, GENEROSO Y JUSTO
Por nuestro Párroco, Padre Carmelo Jiménez
Las lecturas para este domingo nos hacen reflexionar en la infinita misericordia de Dios para con el pecador. En el evangelio que escuchamos hoy, específicamente en la figura del dueño de la viña, nos refleja un Padre Dios: generoso y confiado, paciente y justo. Generoso porque “plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en é1, construyó una torre para el vigilante”, es decir que hizo para la viña, todo lo que los viñadores necesitaban. Confiado porque “lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje”, pensando que le darían su parte. Paciente, porque no una vez sino muchas veces, les perdonó la deuda a los arrendadores, pero ellos se aprovechan de la paciencia, pero al final la justicia prevalece.
Contaré una historia que me ha llamado la atención, no ubicaré ni lugar ni tiempo porque sé que más de una familia se identificará. Hay una familia que lleva ya muchos años de casados y con sus hijos adultos. A los tres hijos les gusta la vida alegre, inclusive a la hija: el alcohol, el baile y la vida cómoda. La pareja me contactaron porque querían dirección espiritual y alguien les dio mi número de celular, así que por teléfono, debido a las distancias, los he acompañado. Al inicio de su matrimonio tuvieron muchos problemas como muchos de los matrimonios lo tienen. Él era bastante machista, salía a trabajar y no volvía sino hasta noche y medio borracho. Muchas veces discutieron e incluso él golpeó a su mujer. Al paso del tiempo, el círculo social de ella es la familia, sin amistades y sujeta a su esposo. Bendito Dios, pudieron salir adelante económicamente y están estables en su economía. Él cambió y ha sido buen padre y dentro de lo cabe, buen esposo, solo que celoso, pero le da cuanto la esposa pide y quiere. Después de muchos años de vivir tranquilos, de un día para otro, es ella la que ya no quiere continuar, porque se cansó. Ahora es el esposo quien con paciencia trata de ganarse el amor de su esposa. Sé que a veces se desespera porque ve que no le pone atención a él o a sus hijos porque prefiere estar con sus amistades. Un día me reuní con ellos y escuché con tristeza que ella lo trata como si fuera sirviente: ¡trae aquello! ¡Ve por esto! ¡Alcánzame tal cosa! etc. Y de un momento a otro, de estar contenta pasa a la desesperación que ya quiere terminar su matrimonio. Los hijos, a pesar de ser jóvenes adultos, sufren de ver a su mamá sin deseos de atenderlos a ellos ni a su papá. Ahora parece que la separación es inminente ¿Cuál es la esperanza de esta familia? Que el esposo ame a su esposa y la respete debidamente (Cambiar verdaderamente). Que la esposa perdone a su esposo y retome el valor de la familia. Que los hijos, al ver a los papás en esta situación se comporten responsables con sus vidas. Que los dos esposos, juntos sean pacientes entre ellos y con sus hijos y les ayuden a crecer en la responsabilidad de la vida.
Ahora comparemos nuestras vidas con la palabra de Dios. Dios es generoso con el ser humano porque le da no solo lo que necesita sino más de lo que lo necesita. Confiado, porque en su gran sabiduría hace al hombre libre, es decir, nos concede la libertad de escoger en la vida lo que queramos, bueno o malo, respeta nuestra elección. Paciente, porque muchas veces el ser humano ha errado, y nosotros también hemos elegido caminos no correctos y le hemos dado la espalda a Dios. Muchas veces nos ha perdonado y no ha dicho ¡basta! ¡Ya no más! sino que nos invita a volver y nos vuelve a dar su perdón. Pero recuerda hermano, el llamado a la conversión es para ahora, porque el mañana quizás no vendrá.
Jesús predijo tanto su muerte y su triunfo final. Sabía que sería rechazado por su propio pueblo y matado, pero también sabía que no sería el final. Tras el rechazo vendría la gloria. Él confía a cada uno de nosotros sus dones y la gracia y le da a cada uno una misión que cumplir en su viña. Él promete que todo lo que hagamos por él, no será en vano si perseveramos con fe hasta el fin. Podemos esperar pruebas y dificultades, por trabajar en la obra para el Señor, e incluso la persecución de quienes se oponen al reino de Dios. Pero al final veremos el triunfo porque Cristo es la piedra angular y su promesa es firme. ¿Tú trabajas para el Señor con gozosa esperanza y con la confianza en su victoria?
Dios nos conceda la gracia de la conversión a su amor y misericordia, y la perseverancia en su Reino, confiados en que Dios siempre nos sostendrá durante las pruebas y dificultades. Con la esperanza puesta en Dios cambiemos nuestra mentalidad y nuestros corazones, y así cambian nuestras familias, hacia el amor de Dios.