AMAR AMANDO (obras no palabras)

XXIII DOMINGO ORDINARIOFrCarmelo6

Reflexión por Nuestro Párroco, Padre Carmelo Jimenez

Iniciaré esta reflexión trayendo a nuestra mente la historia de Abel y Caín, del libro del Génesis: “el Señor preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano?» Respondió: «No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?” Muchas veces caemos en la tentación de pensar que nuestra salvación es personal, y con mucha razón digo que sí y que no. Porque Dios nos llevará a cuentas a cada uno, en lo personal, no nos llevará ante el tribunal eterno y juzgarnos en conjunto con los demás, en pocas palabras, ante el juicio divino estaré yo y Dios, estarás tú y Dios; y nadie más. Pero en el juicio se nos preguntará: ¿Cuánto amaste? ¿Cuánto amaste a tu prójimo? ¿Cuánto amaste en cada obra que hiciste? ¿Cuánto amaste a Dios? San Juan de la Cruz, místico español afirmó: “en el ocaso de la vida seremos juzgados en el amor”. Entonces, si seremos juzgados en el amor, nuestro juicio está basado en la relación con los demás, por lo tanto mi salvación no depende mí y Dios, sino de mí, los demás y Dios.

La primera lectura del profeta Ezequiel, coincide con el Evangelio de este domingo. La primera lectura inicia: “A ti, hijo de hombre, te he constituido centinela para la casa de Israel.  Cuando escuches una palabra de mi boca, tú se la comunicarás de mi parte”. Así, todo profeta dirá todo cuanto reciba de Dios y solo lo que reciba de Dios. Si Dios dicta sentencia de muerte no es porque se goce en la destrucción de la persona sino que busca su conversión y volver a su seguimiento, al camino de Dios.

El evangelio nos da lineamentos de cómo proceder en la corrección del hermano que ha perdido su camino y ha caído en el pecado: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas”. Prosigue que si no hace caso, ve con dos o tres testigos, y si aun así no hace caso, decirlo a la comunidad. El proceder es preciso porque se busca la conversión del pecador de tal manera que abandone su mal proceder y busque la reconciliación, y lógico, busque la paz interior.

Preocupado por los jóvenes de nuestra comunidad hemos iniciado a tener una petición permanente en todas las misas tanto en Ingles como en Español, porque queremos que se reconcilien con Dios, con sus familias y consigo mismo. San Juan Pablo II, en el mensaje para la XXX Jornada Mundial de la Paz en 1997, escribió: “Vosotros, jóvenes, que alimentáis en el corazón grandes aspiraciones, aprended a vivir juntos unos con otros en paz, sin interponer barreras que os impidan compartir las riquezas de otras culturas y de otras tradiciones. Responded a la violencia con acciones de paz, para construir un mundo reconciliado y rico en humanidad”

San Pablo en la segunda lectura dice: “No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley”. Amor es unas palabra muy bonita que en muchos casos su significado se ha desvirtuado y se ha perdido su valor, porque se ha usado mal. Amar es preocuparse de las otras personas, aceptarlas como son: con sus valores y errores, salir del propio camino para ayudarlas, servirlas y animarlas. Compartir con los otros el mundo, mi mundo y su mundo, así como compartir las cosas buenas, como Dios las ha compartido con nosotros. En el amor descubriremos el sentido de nuestra vida y amando es como demostramos nuestro ser cristiano. Solo en el amor hecho vida, es como nos configuramos con nuestro maestro: Jesucristo.

Quiero terminar esta reflexión con la siguiente oración que he tomado del Misal Romano: “te rogamos, Señor, que este sacramento (la Eucaristía) con que nos has alimentado, nos haga crecer en tu amor y nos impulse a servirte en nuestros prójimos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amen”.

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