JESUS EL BUEN PASTOR
El cuarto domingo de Pascua es conocido como domingo de Jesús buen Pastor. Las lecturas, el salmo responsorial y el evangelio hacen referencia a la relación que existe entre el pastor y las ovejas.
Años atrás, teníamos reunión del Decanato Tzotzil en una casa de religiosas. Estas religiosas tenían muchas ovejas que ellas mismas lo llevaban a los campos a pastar. Después de la reunión yo tuve que quedarme para algún asunto que tratar más. Una de las religiosas fue a cambiarse y a sacar a las ovejas a comer. Tenían que cruzar la calle enfrente de la casa de ellas y era muy transitada dicha calle. Ninguna de las ovejas iba amarrada, sólo la hermana hablándole y así las guiaba. Al llegar al borde la calle, ella les dio un grito y se detuvieron las ovejas, y después de un rato de espera podían cruzar y la hermana religiosa nuevamente les dio otro grito y pasaron. Ella iba adelante y las ovejas lo seguían y ninguna se dispersaba. En el salmo repetimos: “¡el Señor es mi pastor, nada me faltará! Hacia fuentes tranquilas me conduce”.
El evangelio nos dice: “Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Jesucristo nos conoce más perfectamente que nosotros mismos y es el primero en Resucitar de entre los muertos para luego hacernos partícipes de ese Reino de Paz, Reino de Justicia, Reino de amor. Nos llama a entrar a su rebaño, tanta es su misericordia que como oveja soy yo quien necesita del perdón de Dios, soy yo quien debería buscar a Dios, soy yo quien debería buscar los pastos verdes y las fuentes tranquilas del Reino de Dios, pero como nos ama y nos protege, es Dios Padre que envía a su Hijo Jesucristo como buen pastor, para ir delante de nosotros, para mostrarnos el camino, para llevarnos por caminos seguros. Jesús nos conoce y nos llama por nuestro nombré, sabe cuándo le hablamos, sabe los momentos que le hemos fallado a nuestro buen Padre Dios, aun así nos sigue llamando. Cabría acá la pregunta ¿yo conozco la voz del buen Pastor? ¿Sigo la voz de Cristo? Con qué facilidad nos extraviamos y vamos tras los falsos pastores o lo peor, que buscamos pastos verdes y fuentes tranquilas y encontramos falsedad y despojo de lo poco bueno que teníamos porque nos robaron lo que había en nuestro interior y nos dejaron vacío al seguir merolicos y parlanchines.
“Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. Durante la Cuaresma y Semana Santa encontramos diferentes figuras de Cristo: “yo soy la resurrección y la vida”, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, “Yo soy la luz”. Y hoy encontramos, que Cristo afirma en el evangelio: “Yo soy la puerta”. Antiguamente veíamos que en las casas se abrían las puertas y ventanas durante el día, para que entrara el aire fresco y junto con ello, la invitación a muchos a pasar adentro de la casa, signo de bienvenida y de encuentro con tantos hermanos, muchas veces hasta desconocidos. Ahora en nuestros tiempos, las puertas se cierran por miedo al ladrón. Las puertas se sellan con cortinas pesadas de acero. Las puertas ahora son signos de no bienvenidos. Y sólo se abren para algunos, y se hacen pequeños círculos sociales, a quienes se les abre por momentos. Ahora bien, Cristo es la puerta, por la que nos invita a entrar para encontrar la Salvación y pastos en abundancia porque quien lo sigue se abre al amor, la justicia y a la caridad. En la oración y la meditación es donde podemos oír la voz del Buen Pastor. En los sacramentos nos alimenta y fortalece la fe. Y en la perseverancia es donde demostramos querer seguir a nuestro Dios.
Que este domingo nos impulse a escuchar la voz de Dios, a dejarnos guiar por Cristo, que siempre nos llevará por caminos seguros. A sentirnos seguros en Dios, porque aunque caminemos por cañadas oscuras, sabemos que Cristo va con nosotros. Que Cristo buen pastor, nos ponga en sus hombros, cure nuestras heridas y nos devuelva al redil, para amarlo y servirle solo a Él, y así lleguemos a la felicidad eterna. Amen.