Amor: mata odio y rencores
Entre los juicios más tontos que han existido en el mundo son los que se han celebrado en contra de Dios. En septiembre de 1917 Lunacharski demanda a Dios por genocidio. Meses después, enero 16 de 1918 el Estado Soviético enjuicia a Dios, condenándolo a morir, al final del juicio que tardo 5 horas, todo un batallón formados para fusilar, dispararon sus armas al aire, según ellos dando muerte a Dios. Y no muy lejos de nosotros ahora, el 14 de septiembre del 2007, un senador de Nebraska demanda y lleva a juicio a Dios, y ante la imposibilidad de que el acusado estuviera presente llaman a diferentes pastores y líderes religiosos a estar presente en representación del acusado. Después de todo un juicio, circo, maroma y teatro, condenan a morir a Dios, destruyendo una Biblia.
Ahora me pregunto: ¿cómo se reirá Dios de nosotros? Nosotros qué queremos destruir todo lo que está a nuestro paso incluso, a nuestros hermanos y hermanas. Lo peor es que muchas veces nos destruimos nosotros mismos al tener y cargar odio contra otras personas. Nosotros podemos comer y comer tomate sin que este nos haga daño, pero si por desgracia nuestra se llegará a quedar pegada una semillita en nuestro intestino y permanece allí, esta va soltar un ácido, que puede carcomer las paredes del intestino. Así es el odio y el coraje para con la persona que lo carga. Interiormente va carcomiendo la vida y la alegría de la persona que lo lleva, destruyendo la felicidad y las buenas aspiraciones y amargando y obscureciendo su vida. Por eso la recomendación de la primera Lectura: “no odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón. Trata de corregirlo, para que no cargues con su pecado. No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo”.
Cuando tenemos problemas entre familiares es fácil decir, contradecir y maldecir, y permanecer largó tiempo sin hablarnos, odiando a aquella persona por cuanto ha pasado. Muchas veces queremos volver a ley de Herodes: “ojo por ojo y diente por diente”. Pero Dios nos invita a amar, dice: “amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre Celestial”. San Pablo tiene toda una alabanza respecto al amor y una parte dice: “el amor es comprensivo, el amor es servicial, no se engríe ni se vanagloria en la maldad, sino que perdona”. El amor es la vía más rápida para alcanzar la santidad. Un amor muy en concreto, con obras nos dice el apóstol Santiago en su carta. Un amor que se manifieste en lo que hacemos y decimos.
Ahora voy a conectar la historia del juicio contra Dios. En un mundo tan lleno de odio y rencor, deseos de venganza en muchos niveles (personal, familiar y entre naciones), queremos hacer responsables a Dios de lo que nos pasa y lo culpamos de nuestros errores, porque no hemos sabido usar nuestra libertad. Dios nos da amor, pero nosotros muchas veces, le damos la espalda e incluso hay quien dice que lo odia. Hay persona que no quieren saber nada de religión, aunque dicen creer en Dios, pero sus vidas están lejos de lo que Dios nos pide. Hay jóvenes que han recibido una muy buena educación religiosa de sus padres pero al llegar a la edad adulta quieren darle rienda suelta a sus deseos y prefieren vivir lejos de Dios.
La única fuente de amor es Dios. Solamente el amor es capaz de dar muerte al odio, al rencor y a la venganza. Llenémonos de Dios, de su amor, recordemos, dice San Pablo, que “somos templos vivos del Espíritu Santo”, por lo tanto, somos templos de Dios y embajadores del amor. Vayamos a nuestra fuente de amor y llenémonos para irradiar amor por todos lados a donde vayamos o estemos. Si nos llenamos del amor, que no quede espacio vacío para nada, así permaneceremos en el amor y alejaremos al odio. Recuerda hermano, recuerda hermana: Dios te ama, con amor infinito. Ve, síguelo, llénate de amor, y lleva amor a tu alrededor. Amén