TODO LO PUEDO EN EL SENOR

I DOMINGO DE CUARESMA

TODO LO PUEDO EN EL SENOR

Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

El miércoles pasado, al recibir la ceniza sobre nuestras frentes e introducirnos a la cuaresma, muchos escuchamos la frase: “Recuerda que polvo eres, y al polvo volverás”. Y la primera lectura nos dice: “Después de haber creado el cielo y la tierra, el Señor Dios tomó polvo del suelo y con él formó al hombre; le sopló en la nariz un aliento de vida, y el hombre comenzó a vivir” (Gen 2: 7). Quiere, el Génesis, describir al hombre de forma y manera que aparezca lo finito: la materia o el polvo de la tierra, y lo infinito: el soplo de vida que Dios pone en el ser humano.

“Después plantó el Señor un jardín al oriente del Edén y allí puso al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, de hermoso aspecto y sabrosos frutos, y, además, en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal” (Gen 2: 8-9). Hombre y mujer son imagen de Dios, han de actuar según corresponde a la imagen, reflejando el actuar de Dios. Dios ha hecho todo como regalo para el ser humano. El varón es un regalo para la mujer y ella para el hombre, en igualdad de dignidad y con el mismo misterio de interioridad divina. El regalo es un signo que expresa la buena voluntad y el amor del su hacedor. Ellos están hechos para la comunión. Lo grande del regalo es que es un signo de la decisión libre de quien regala. Es expresión de la interioridad de Dios mismo. Dios en su ser amor, está condenado a crear, y la creación se vuelve regalo para su creatura preferida, para el hombre y la mujer.

“La serpiente replicó a la mujer: ‘De ningún modo. No morirán. Bien sabe Dios que el día que coman de los frutos de ese árbol, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como Dios, que conoce el bien y el mal’” (Gen 3: 4-5). El comer del fruto del árbol del bien y del mal es una manera de vivir sin límites, donde nada me auto-limita. La autonomía absoluta comprende el rechazo de Dios, de vivir a imagen y semejanza. El mal encanta, aunque deje luego a sus espaldas angustia y desolación. Sin embargo, el ser humano no está contento con la vida recibida ni con la semejanza ofrecida, sino que deja de ser quien es para pretender convertirse en quien no es.

“En resumen, así como por el pecado de un solo hombre Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida” (Rom 5: 18). Con Cristo nada está perdido. Porque tenemos la promesa firme de la gracia, garantizada por la entrega misma de la vida de Jesús para vencer, en nombre del Dios creador, esta situación original de pecado que todos encontramos al nacer.

Cada evangelista, en el respectivo año litúrgico, nos ofrece su versión de Jesús tentado, como Adán y Eva en el paraíso. Tentaciones que tuvo el pueblo de Israel en desierto: el hambre y la respuesta fue el Maná, la sed y la respuesta fue las aguas de Massá, y el becerro de oro. En estas tentaciones también deberíamos ver aquí lo más personal de Jesús como hombre, como persona, igual que nosotros, que vence con opciones personales, al ponerse en manos de Dios. El rechazo de Jesús a todo lo que se le ofrecía no es una victoria humillante; era lo único que verdaderamente le podía mantener unido a Dios y a todos los hombres. Jesús, el Hijo de Dios, mientras está en el papel radical de la encarnación no sueña, ni siquiera, con ser Dios o tener su poder. Pero el ser humano si lo ha pretendido, emperadores o no, que han querido ser adorados; pero la verdad es que nunca llegaron a ser dioses, se alejaron de los hombres, eso sí, y se quedaron solos para siempre.

Reflexionemos en el significado de la filiación divina, que no elimina nada de la condición humana. El hombre vive no solo de pan, porque es Dios quien infundio la vida en cada persona y vivimos por El y para El. Pidámosle a Dios que nos de la fuerza necesaria para rechazar el pecado y vivir el proyecto de vida que tuvo El al crearnos. Amen

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