VII Domingo Ordinario
Amor, no odios ni rencores
Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jimenez
Las lecturas del domingo pasado nos introducían para la reflexión de este domingo, especialmente cuando decía: “cualquiera que se enoje con su hermano, será condenado. Al que insulte a su hermano, lo juzgará la Junta Suprema; y el que injurie gravemente a su hermano, se hará merecedor del fuego del infierno” (Mt 5: 22). Pues, este domingo las lecturas nos harán reflexionar más detenidamente en el no matar de ninguna de sus formas.
Muchos años atrás, en el Zoológico de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, había una jaula con la leyenda: “el animal más peligroso del mundo, capaz de destruir al ser humano”. Todos nos acercábamos y buscábamos. En el fondo de la jaula podíamos ver un espejo, lógico, el animal más destructor es uno mismo, capaz de destruir a nuestros seres queridos y a uno mismo.
Ahora me pregunto: ¿cómo se reirá Dios de nosotros? Nos hizo buenos, el pecado entró al corazón, pero en nuestra naturaleza está el amor y la bondad. Sin embargo, queremos destruir todo lo que está a nuestro paso, incluso a nuestros hermanos y hermanas. Lo peor es que muchas veces nos destruimos nosotros mismos al tener y cargar odio contra otras personas. Nosotros podemos comer y comer tomate sin que este nos haga daño, pero si por desgracia nuestra se llegará a quedar pegada una semillita en nuestro intestino y permanece allí, esta va soltando un ácido, que puede carcomer las paredes del intestino. Así es el odio y el coraje para con la persona que los carga. Interiormente va carcomiendo la vida y la alegría de la persona que la lleva, destruyendo la felicidad y las buenas aspiraciones y amargando y obscureciendo su vida. Por eso la recomendación de la primera Lectura: “no odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón. Trata de corregirlo, para que no cargues con su pecado. No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo”(Lev 19: 17-18).
Cuando tenemos problemas entre familiares es fácil decir, contradecir y maldecir, y permanecer largó tiempo sin hablarnos, odiando a aquella persona por cuanto ha pasado. Muchas veces queremos volver a ley de Herodes: “ojo por ojo y diente por diente” (Mt 5: 38b). Pero Dios nos invita a amar, dice: “amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre Celestial”(Mt 5: 44-45a). San Pablo escribió una alabanza respecto al amor, comúnmente conocida como Himno a la Caridad, una parte dice: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido” (1 Cor 13: 4-5). El amor es la vía más rápida para alcanzar la santidad. Un amor muy en concreto, con obras nos dice el apóstol Santiago en su carta. Un amor que se manifieste en lo que hacemos y decimos.
En un mundo tan lleno de odio y rencor, deseos de venganza en muchos niveles (personal, familiar y entre naciones), queremos hacer responsable a Dios de lo que nos pasa y lo culpamos de nuestros errores, porque no hemos sabido usar nuestra libertad. Dios nos da amor, pero nosotros muchas veces, le damos la espalda e incluso hay quien dice que lo odia. Hay personas que no quieren saber nada de religión, aunque dicen creer en Dios, pero sus vidas están lejos de lo que Dios nos pide.
La única fuente de amor es Dios. Solamente el amor es capaz de dar muerte al odio, al rencor y a la venganza. San Pablo nos dice en la segunda lectura: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo son ustedes” (1 Cor 3: 16-17), por lo tanto, somos templos de Dios y embajadores de amor. Vayamos a nuestra fuente de amor y llenémonos para llevar amor por todos lados a donde vayamos o estemos. Llenémonos del amor de Dios, que no quede espacio vacío para nada en nuestros corazones, así permaneceremos en el amor y alejaremos el odio. Hermano y hermana, que no se te olvide nunca que Dios te ama, con amor infinito. Ve, síguelo, llénate de amor, y lleva amor a tu alrededor. Amen.