LA GRAN PROMESA DE SALVACION

II DOMINGO DE ADVIENTO

LA GRAN PROMESA DE SALVACION

By our Pastor, Fr. Carmelo Jiménez

El Segundo domingo de adviento es conocido por su figura central: Juan el Bautista, quien anuncia la llegada del reino de Dios. El Bautista prepara el camino para la llegada del Mesías. Leyendo la primera lectura del profeta Isaías y el pasaje evangélico de Mateo, podremos llamar a este domingo como Domingo de la Promesa.

“En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor” (Is 11: 1-2a). El retoño brotará de un tronco cortado, pero todavía vivo en sus raíces. Estas palabras del profeta son pronunciadas después de la caída de Jerusalén. La monarquía de David ha desaparecido, el pueblo de Israel se ha dispersado. Por eso, este mensaje surge del anhelo profundo de una total restauración y que alimentará la esperanza de los repatriados. La fidelidad de Dios es inquebrantable. Es el mismo profeta Isaías, pero también reafirmado por los profetas Jeremías y Ezequiel, que dirá: “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”. (Is 9:5a) En ese niño de la promesa, el Espíritu Santo se posará y llegará ser Príncipe de paz, Consejero Prudente, Dios con Nosotros. Ese tronco de Jesé retoñará a pesar de todas las resistencias humanas, Él llevará adelante su proyecto y nadie jamás podrá impedirlo. Aun hoy, ese proyecto salvífico sigue adelante, porque es el proyecto de Dios.

El evangelio por su parte es un grito y una llamada urgente al cambio porque la soberanía de Dios se aproxima al mundo. Para expresar esta esperanza, san Mateo recoge unas palabras del profeta Isaías, precisamente del capítulo 40: “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”. Existe una relación muy cercana entre el capítulo 40 del Profeta Isaías y Juan el Bautista. El profeta anuncia al mensaje y el Bautista anuncia la conversión que el profeta anunció.

¿Quién es Juan el Bautista? La figura del Bautista es el precursor, el anunciador de quien viene detrás y que bautizará en el Espíritu y fuego. Todas las expresiones están orientadas en la misma dirección: el cumplimiento de un tiempo y de una promesa anunciados para los tiempos mesiánicos. Las dos palabras “Espíritu y fuego” sólo tienen sentido adecuado si los interpretamos en el sentido mesiánico. La Iglesia no puede ni debe olvidar nunca que el único Salvador es Jesús: Nadie más que Jesús puede salvarnos, pues sólo a través de él, Dios nos concede a los hombres la salvación.

“Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río” (Mt 3: 5-6). Juan el Bautista entiende y anuncia que la realización de la soberanía de Dios sólo será posible en los hombres que lo reciban como un don y que respondan con un cambio radical de actitudes frente a la vida y frente a los demás. Este mensaje se hace necesario en nuestros tiempos, porque muchos queremos religiones a nuestra medida. ¡Creemos en Jesús y eso nos basta! Eso proclaman muchas personas y muchas iglesias también, pero, si no cambiamos de actitudes y si no adecuamos nuestra vida a la de Cristo, en vano decimos creer.

Vuelvo a decir, aun hoy, el proyecto salvífico sigue adelante, porque es el proyecto de Dios. También para nuestro tiempo, este proyecto, tiene que ser esperanzador y también inquietante ante tantas situaciones de maldad y angustia. La esperanza es siempre posible, porque Dios está empeñado en el proyecto a favor de los hombres. Hermanos y hermanas, abramos nuestros corazones para recibir al Mesías, a nuestro redentor, al único salvador: Cristo Jesús. Amen.

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