XVI DOMINGO ORDINARIO
ACOGIMIENTO DE LA PRESENCIA DIVINA
Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez
Vuelvo a hacer memoria de los mensajes de los domingos pasados para conectarlos con el mensaje de este domingo. Dios nos escoge, Dios nos llama, Dios nos envía a anunciar su Reino, su Palabra y los Mandamientos, que se deben traducir en acogida, en bienvenida, como Abraham, como Marta y María. Entonces, vivir la madurez de la fe, según san Pablo, supone poner a Jesús en el centro de nuestras vidas, y superar la separación entre la contemplación y la acción cristiana. Porque no hay auténtico servicio si no nace de la escucha de la Palabra y, no hay verdadera intimidad con el Señor que no se testimonie en el compromiso de bienvenida y aceptación de los hermanos.
En el relato que escuchamos en la primera lectura, muchos teólogos han querido ver la presencia de la Trinidad, pero no se sabe con precisión si esa fue la intención del escritor sagrado. Sin embargo, podemos decir con certeza que en lo que a Abrahán se refiere, el autor recurre a los elementos de una vida nómada que se realiza toda ella alrededor de la tienda. Sobresale el sentido de la hospitalidad como lo demuestra el resto del relato y el reconocimiento de alguien sagrado. Es necesario recuperar la sensibilidad por lo divino en nuestro mundo. La sensibilidad por el servicio a los demás. La hospitalidad ha desaparecido prácticamente de entre nosotros. Y aquí, quiero hacer énfasis en los ministros de acogida para nuestras celebraciones, necesario recuperar ese ministerio y hacer sentir en casa a nuestros hermanos y hermanas.
En la Iglesia hay muchos estilos de vida consagrada. Respecto a las hermanas religiosas, las congregaciones podemos dividirlos en dos grandes bloques: religiosas de vida activa y religiosas de vida contemplativa. Las religiosas de vida activa son los que generalmente conocemos que trabajan en muchas de nuestras parroquias, en muchas escuelas, e incluso en muchas oficinas diocesanas. Podemos identificarlas con Marta, quien simboliza o expresa la dedicación al servicio hasta el agotamiento. Las religiosas de vida contemplativa, casi no los conocemos, porque regularmente son de vida de claustro, desde que entra al convento no vuelven a salir, excepto por una verdadera necesidad. Ellas se dedican a la oración. En ellas está representada María, simboliza la actitud del discípulo que escucha atentamente y contempla. Podremos preguntar ¿cuál de los dos estilos de vida es el mejor? Y no podemos comparar un estilo con el otro como uno superior del otro, porque ambos estilos necesitan tener aspectos del otro estilo. Así pues, las hermanas religiosas de vida activa tienen que orar mucho para que su trabajo no sea solo un hacer y hacer sin ninguna espiritualidad. Y las hermanas de vida contemplativa necesitan trabajar para poder sustentarse. En Marta y María tenemos también un vivo ejemplo de bienvenida y aceptación, de acogida sin importar raza ni color.
Una lectura atenta y general del evangelio nos certifica que Jesús mismo supo armonizar las dos realidades y las dos tareas: durante el día se dedicaba intensamente a anunciar el reino con gestos y palabras; las gentes lo buscaban y pasaban largos ratos a su alrededor y no le dejaban tiempo y tranquilidad ni para comer. Pero a la vez leemos repetidamente en el evangelio que se retiraba al monte (durante la noche o, incluso, durante el día) a la soledad, para dedicarse a la oración con Dios, es decir, al diálogo íntimo con Él.
Oremos pues hermanos y hermanas, para dar gracias a Dios por habernos: escogido, llamado y enviado. Pidamos la gracia de un corazón abierto para para aceptar y acoger a todos nuestros hermanos y hermanas, para saber reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros. Que Dios nos de la gracia de que en nuestros corazones viva el espíritu de Abraham, de Marta y María. Que podamos transformar nuestro mundo con fraternidad y en oración. Amén.