III DOMINGO DE PASCUA
LLAMADOS A EXPERIMENTAR Y ANUNCIAR EL AMOR
Por nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez
Estamos ya en el tercer domingo de Pascua. Y las lecturas nos hacen reflexionar en la alegría de evangelizar. Es decir, el compromiso de vivir y transmitir la fe, no solo pasar conocimientos, sino la fe vivida con alegría.
“Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen” (Hech 5: 29. 32). Hoy, como ayer, se producen situaciones de conflicto entre el Evangelio y otras instancias y, los discípulos, evangelizadores y misioneros de Jesús son invitados a tomar la posición de los apóstoles. Pero el Evangelio no se contrapone ni destruye ningún proyecto que fomente la verdadera humanización de las personas; sino todo lo contrario, la favorece. El 6 de abril del 2002, el P. Marcelo Pérez recibió la ordenación presbiteral en una parroquia donde yo era párroco. En una comunidad mayormente indígena, siendo el P. Marcelo también de esa misma cultura. Él es párroco ahora y su parroquia está muy afectada por el alcoholismo, la droga y la impunidad de parte de la autoridad local. El P. Marcelo lo ha denunciado de muchas formas, buscando el bienestar de su gente. Eso ha hecho que el P. Marcelo reciba muchas amenazas de muerte, pero sabe perfectamente que su misión es plantar el reino de Dios, que humaniza y las amenazas no lo detendrán.
El capítulo 21 del evangelio de Juan, que es el que escuchamos este domingo, narra tres escenas: 1ra: los apóstoles deciden ir a pescar y Jesús se les aparece con la consiguiente pesca milagrosa y su reconocimiento; 2da: el diálogo de Jesús con Pedro a quien encomienda la misión de pastor de su Iglesia; y 3ra: el destino de Pedro y del discípulo amado de Jesús.
“Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: ‘Voy a pescar’. Ellos le respondieron: ‘Vamos también nosotros’” (Jn 21: 2-3). El hecho de que siete de sus discípulos estuvieran juntos e invitados por Pedro vuelven a sus actividades a Galilea significa, que el impacto de la muerte de Jesús fue demasiado fuerte. Pero el acontecimiento de que Jesús se les apareciera a la orilla del lago les permite experimentar a Cristo, vivo y presente. Esta experiencia debe ser meditada una y otra vez y, participando en la aceptación creyente del mensaje, como experiencia personal y comunitaria. Hoy es necesario anunciar a un Cristo vivo que sale al encuentro de los hombres y les ofrece la esperanza, y que puede dar sentido a sus vidas, a nuestras vidas. Hoy nuestra evangelización debe partir de la experiencia, meditada y vivida de Cristo Resucitado.
“Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: ‘Apacienta mis ovejas’” (Jn 21: 17). Esta es la triple confesión de fe de Pedro en Jesús. La salvación es una obra del amor de Dios manifestado en Jesús hasta el extremo, hasta muerte y muerte en Cruz. Pedro es elegido para hacer posible y presente la prolongación de esta obra en el mundo. Por tanto, se le pregunta sobre su capacidad y disponibilidad a amar a Jesús y, por él y en él, a todos los hombres. El ejercicio de la misión que se le encomienda solo es posible desde estas disposiciones: la entrega total. Corre una leyenda que cerca de la crucifixión de Pedro, este iba corriendo hacia fuera de Roma para que no lo encontraran, pero se encontró con Jesús y Pedro le pregunta a Jesús: ¿A dónde vas Maestro? Y Jesús le respondió: a entregar mi vida nuevamente. A lo que Pedro se dio la vuelta y regresó para testimoniar su fe, su entrega y concluir su misión de cuidar y amar a las ovejas.
Sólo es posible el ejercicio de este amor pastoral si se ha experimentado profundamente el amor de Dios revelado en la persona, la vida, la muerte y resurrección de Jesús. Cada cristiano está llamado a experimentar este amor Dios para luego convertirse en apóstol del amor. Acerquémonos a la fuente del amor: Cristo resucitado.