VENDE LO QUE TIENES, DASELO A LOS POBRES Y SIGUEME

Fr. Carmelo9XXVIII DOMINGO ORDINARIO

VENDE LO QUE TIENES, DASELO A LOS POBRES Y SIGUEME

Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Para este domingo las lecturas son luminosas. Las lecturas hablan de alegría, de riquezas, de confianza y de sensatez. Así pasa con adhesión serena y tranquila a la Palabra de Dios y a la Tradición de la Iglesia, y podemos encontrar pasos que nos impulsan a ir hacia adelante, especialmente, a la búsqueda de aquellas personas que viven en zonas oscurecidas y faltas de esperanza.

“Supliqué y se me concedió la prudencia; invoqué y vino sobre mí el espíritu de sabiduría” (Sab 7: 7). Muchos de ustedes saben que hace poco viaje a México, manejando ida y vuelta. Me preocupaba la pasada de la frontera, se han escuchado muchas historias de desgracias. Así que, lo primero que hice fue pedir consejo: ¿Qué precauciones debo de tomar? ¿Qué lugares son seguros? ¿Qué debo hacer si me detienen? Lo hice tres veces, de tal manera que las coincidencias, para mi eran lo más seguro.

Hoy se nos invita, en las lecturas a poner atención en las instrucciones divina para que podamos llegar seguro a nuestro destino: la salvación eterna. Por eso el libro de la Sabiduría dice: “Todos los bienes me vinieron con ella; sus manos me trajeron riquezas incontables” (Sab 7: 11). Para todo quien escucha la Palabra que viene de Dios, sigue las instrucciones y la pone en práctica, toda clase de bendiciones serán derramadas sobre esa persona. Ojala y seamos nosotros sobre quienes vienen esas bendiciones. La sabiduría de la cual nos habla la Escritura es el conjunto armonioso de un don de Dios gratuito y generoso y, a la vez, es una aportación reflexiva del hombre que interpreta e ilumina la experiencia diaria a la luz de la Palabra de Dios. Este don se recibe como fruto de la oración. La verdadera sabiduría es gratuita, es don de Dios. Por su origen y por su eficacia es muy superior a todos los valores y riquezas humanos.

“En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?… Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme” (Mc 10: 17. 21) El evangelio de san Marcos ha reunido varios fragmentos que la tradición evangélica atribuye a Jesús formando con ellos un solo fragmento, en el que pueden encontrar tres partes: el encuentro de Jesús con un hombre rico (17-22); el diálogo de Jesús con sus discípulos acerca del impedimento que representan las riquezas para alcanzar el Reino de Dios (23-27); la pregunta de Pedro sobre la recompensa del seguimiento en pobreza y la respuesta de Jesús (28-31).

Los bienes materiales han de ser utilizados con responsabilidad y con un gran sentido de justicia, sobriedad y solidaridad. No pueden ser la última esperanza del ser humano porque el hombre posee una dignidad mayor a todos los bienes materiales. Los discípulos de Cristo no pueden desentenderse de los compromisos terrenales. El equilibrio entre compromiso y esperanza superior y trascendente es una de las grandes tareas de la comunidad cristiana en medio del mundo. Al final hay un consuelo y una recompensa: para Dios nada hay imposible y quien sabe situar y explotar los bienes en su plano y utilizarlos en la medida adecuada se abren a la vida eterna como recompensa final. Y esta recompensa final la hemos de conseguirla todos juntos.

Pidamos la Sabiduría que viene Él, para poder vivir nuestra vida en unión y solidaridad, en reflexión y amor. Y unidos como verdaderos hermanos, lleguemos al Reino de Dios y disfrutar con el eternamente de la vida que no se acaba.

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