EUCARISTIA: PAN QUE DA FORTALEZA

Fr. Carmelo9XIX DOMIMNGO ORDINARIO

EUCARISTIA: PAN QUE DA FORTALEZA

Por Nuestro Párroco, P. Carmelo Jiménez

Continuamos en nuestra jornada de fe y para este domingo las lecturas nos llevan a reflexionar en la Eucaristía: fortaleza para la jornada. La semana pasada el énfasis era la Eucaristía: pan de vida.

En la primera lectura del primer Libro de los Reyes, escuchamos la historia de cansancio y desilusión del profeta Elías: “se sentó bajo un árbol de retama, sintió deseos de morir y dijo: ‘Basta ya, Señor. Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres’” (1 Rey 19: 4). Toda vocación profética vivida fielmente lleva a la persecución. El profeta Elías ha experimentado la dureza de su vocación-misión. Para poder pasar el momento duro en que se encuentra su vida, necesita volver a las fuentes, necesita volver al Horeb, el monte donde se encuentra con Dios. Por eso el pan que come le da fuerzas, y es conducido a las fuentes de misión, a encontrarse nuevamente con Dios. Ahí, en el monte de Dios, en el Horeb, Elías recibirá  la luz y la fuerza para la ardua tarea que le espera todavía.

Continuamos leyendo el capítulo 6 del Evangelio de San Juan, y nuevamente reflexionamos en la Eucaristía. En el Evangelio de San Juan, constantemente aparece la humanidad de Jesús, lo cual era una verdadera dificultad para los Judíos adherirse, creer y aceptar a Jesucristo como Mesías. “Los judíos murmuraban porque Jesús había dicho: ‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo’, y decían: ‘¿No es éste, Jesús, el hijo de José?’” (Jn 6: 41-42a). Es el mismo Evangelio de San Juan quien nos recuerda al inicio que la Palabra se hace Carne (historia de la Encarnación). Sólo los que son capaces de entrar a la reflexión sobre la Encarnación encuentran la verdad de Jesús. Pero esto indica lo difícil que es entender a Jesús y lo necesario que es abrirse a su palabra. Sin embargo, Jesús no podía ser acusado ni de pecado ni de pretender tomar lugar que no le corresponden.

“Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron” (Jn 6: 49). Esta es la prueba más grande que el maná no venia del cielo, porque del cielo no viene la muerte. Pero Jesús afirma: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida” (Jn 6: 50-51).  La señal de que Él ha bajado del cielo es que ofrece un pan, Él mismo, que es fuente de vida. No sólo es un pan vivo, sino que es un pan vivificante.

La vida y resurrección son una promesa global para el hombre total. Y esta promesa de vida es ilimitada, no sólo para el pueblo de Israel, sino para todo el mundo entero. San Juan ha pasado de la contemplación de Jesús como Pan-Sabiduría a la presentación de Jesús como Pan-Eucaristía, es decir, Pan de Esperanza y vida eterna.

En este mundo lleno de muerte, envidias, discordias, y dificultades que nos encontramos en la vida, así como las dificultades y contradicciones en la vivencia de nuestra fe, pidamos a Jesucristo, Pan verdadero que nos fortalezca como al profeta Elías, y que la promesa de vida eterna se haga realidad en cada uno de nosotros. Que la vivencia de nuestra esperanza cristiana ayude al mundo a cambiar a creer en nuestro Señor Jesucristo. Amen.

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