Por el Padre Antonio Dávalos
El leccionario dominical del ciclo B suspende momentáneamente, la lectura del evangelio según San Marcos, que durante estos meses del año litúrgico ha logrado su objetivo de hablarnos de la identidad de Jesús como Hijo de Dios, y que el relato de su vida es una Buena Noticia. Presenta a Jesús, anunciando la llegada del Reino de Dios.
Esta suspensión la hace para presentar algunos fragmentos formados del capítulo 6 del Evangelio según San Juan. En particular, el episodio de la multiplicación del pan es paralelo al que seguía en Marcos al pasaje que nos proponía la liturgia del domingo pasado.
El Evangelista Juan inaugura con este episodio la sección dedicada a la revelación de Jesús como alguien que da el verdadero Pan de Vida; el tema central y discriminador es el recibir o rechazar a Jesús (Cf. Jn 6, 60-66). Nos presenta a Jesús dentro de la Pascua Judía (v.4), sube al monte con sus discípulos, seguido por la muchedumbre, atraída por las obras extraordinarias que realiza Jesús. Es El quien toma la iniciativa de dar de comer a la muchedumbre (v.5), apareciendo de inmediato como el protagonista absoluto de la escena, consciente de sus acciones y de los motivos que lo impulsan.
Es asimismo él quien les distribuye a la gente los panes multiplicados (v.11), quién se pone a servir, siendo siempre el primero en dar ejemplo para que sus discípulos aprendan a hacer lo mismo (cf. 13,14ss). Se puede captar aquí, como una transparencia, la imagen de la última cena, la verdadera definitiva Pascua del Señor Jesús, durante la cual tomó y distribuyó el pan después de haber dado gracias a Dios Padre, escena que Juan no narra explícitamente en su evangelio.
Jesús al multiplicar los cinco panes y los dos peces ofrecidos por un niño, da una respuesta; de solución nueva a la incomprensión de Felipe y Andrés sobre la falta de dinero y escasez de alimento para poder saciar el hambre de todos. Se trata de la respuesta del amor generoso, sobreabundante, del Padre, que a partir de poco, de la debilidad humana ofrecida del todo y compartida, sacia la necesidad de cada uno más allá de lo que es suficiente, sin reservas, sin condiciones (vv. 11-13).
El gesto de Jesús sobre los acontecimientos del éxodo, pretendía proclamar la plena liberación del pueblo y la formación de la comunidad del final de los tiempos a través de la nueva economía de salvación, tenemos que comprenderlo como una acción comprometedora desde la supervivencia física y política. Por eso la gente lo recibe como profeta y rey (vv. 14-15a). La retirada solitaria al monte es el modo como Jesús toma su distancia frente a semejante incomprensión (v.15b).
En nuestro mundo presuntuoso estamos convencidos de tener respuestas técnicas y eficaces para cada problema, y por eso resulta más difícil saber apreciar los gestos gratuitos. En un mundo rico, que jadea por falta de valores, de sentido, de una cálida de vida humana, ¿tengo el valor necesario para perder mis panes y mis peces y entregárselos al Señor, para que puedan vivir muchos?
Se trata de un gesto imposible mientras piense que tenga derecho a mantenerme bien atado a lo que poseo. Sólo conseguiré compartir si cambio de mentalidad y por consiguiente de mirada: si no veo al otro como un rival, sino a un hijo como yo del único padre; si comprendo que, juntos, formamos del único cuerpo. Entonces comprenderé que lo que tengo, lo que soy no me ha sido dado para que sólo yo lo goce, sino que me ha sido confiado para que otros muchos puedan participar. El milagro de la multiplicación de los panes puede proseguir, si yo lo permito……