SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD
Por Nuestro Párroco, Padre Carmelo Jiménez
Después de vivir tiempos de abundante: gracia, amor, perdón, entrega, sacrificio, enseñanzas de parte de Dios a través de Jesucristo y del Espíritu Santo, es el momento de continuar con el tiempo ordinario en la liturgia, pero a pesar de eso, iniciamos esta segunda etapa ordinaria con la Solemnidad de la Santísima Trinidad.
Algo muy importante en todas las culturas es la memoria histórica, por eso Moises inicia hablando al pueblo de Israel con estas palabras: “‘Pregunta a los tiempos pasados, investiga desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra’. ¿Hubo algún dios que haya ido a buscarse un pueblo en medio de otro pueblo, a fuerza de pruebas, de milagros y de guerras, con mano fuerte y brazo poderoso? ¿Hubo acaso hechos tan grandes como los que, ante sus propios ojos, hizo por ustedes en Egipto el Señor su Dios?” (Deut. 4: 32. 34). Aceptar y reconocer un solo Dios llevaba consigo el compromiso de realizar y vivir su alianza (los diez mandamientos).
Los Profetas alertaban y denunciaban el peligro de la idolatría. El Dios del pueblo de Israel es trascendente, pero entra en la historia para vivir en comunión cercana con su pueblo. Esta es una seguridad vivida y más valorada de la verdadera religión de Israel. La iniciativa la toma Dios mismo de salir de sí. Aunque es Dios todopoderoso y trascendente, no es un ser lejano. La historia de la salvación intenta una y otra vez hacer para sí misma esta revelación absolutamente gratuita como un regalo y una certeza de presencia. Dios está ahí siempre, no se ha alejado del hombre, sino al lado de la creatura que es su imagen y semejanza. Un orgullo del pueblo de Israel es que Dios quiso hacerlo con el pueblo más pequeño y más pobre en recursos culturales y poder humano. Ha elegido a Israel como signo de salvación para todo el mundo. Un Dios que se interesa por nosotros. ¡Así es nuestro Dios!
Cuando he viajado manejando a México, regularmente lo he hecho físicamente solo. Solo por 2 ocasiones he ido y regresado manejando. Son poco más de 2,500 millas. Durante el trayecto me comunico con mi familia y la primera pregunta de ellos es: ¿con quién vienes? Mi respuesta, aun cuando no coincida con la pregunta es: “mi carro está lleno”. Y la segunda pregunta de parte de ellos: ¿Quiénes vienen contigo? Y respondo: “El Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y la Virgen Maria. Mi carro es de cinco lugares, entonces ya se llenó ¡no hay lugar para nadie más, y por lo tanto no voy solo!” Esa es la gran verdad proclamada al Pueblo de Israel, Dios los ha escogido y desde ahí inicia la salvación para el mundo entero. Dios, en toda la historia nunca ha abandonado a su pueblo. ¡Así es nuestro Dios!
El Evangelio para este domingo afirma: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28: 19-20). El bautismo es un sello firme e imborrable de la presencia, comunión y el actuar de los Tres en favor del hombre. Bautizar en su nombre significa que somos propiedad de los Tres. El bautismo nos introduce en la vida e intimidad de los Tres. Pero una vez más se nos pide cumplir cuanto a Él le agrada: cumplir los mandamientos, con ello se manifiesta nuestra pertenencia a Él y es la garantía de nuestra auténtica libertad y responsabilidad de hijos. En ese Dios uno y trino somos recreados para pertenecer a su propia familia. Por tanto, obedecer a los Tres y realizar su voluntad nos conduce por los caminos de la verdadera libertad y nos lleva a la salvación.
Demos gracias a Dios por nuestra consagración en la Santísima Trinidad. Pidamos a Dios que su presencia nos fortalezca. Que nos conceda la gracia de vivir fielmente a sus mandamientos. Y como hijos e hijas de Él, que podamos alcanzar la vida eterna. Amen.