¿CUALES SON NUESTROS FRUTOS?
Por Nuestro Párroco, Padre Carmelo Jiménez
Estamos ya en el quinto domingo de Pascua y las lecturas inician a cuestionar nuestra respuesta al evento central de nuestra fe: la Pascua. El tiempo pascual es propio para revisar nuestra vida de discípulos y discípulas a luz de Jesús resucitado. Pascua: tiempo de gracia para mirar nuestras prácticas, conductas y acciones, tanto a nivel comunitarias, eclesiales (Parroquial) y personales. ¿Qué frutos estamos dando? ¿Nuestro amor cristiano puede verse en gestos y acciones concretas? Y finalmente, ¿estamos glorificando a Dios con nuestras vidas llenas de ilusión, esperanza y misericordia?
La primera lectura de Hechos de los Apóstoles plantea el hecho de la recepción-acogida en la familia de la fe. Entrar en comunión vital, aceptar en la propia familia de fe a Pablo de Tarzo, quien no hace mucho los perseguía a muerte no es asunto fácil. La proclamación de esta lectura de hoy nos invita a una reflexión profunda sobre el nivel de acogida que se da en nuestras comunidades religiosas, familiares y parroquiales, y espero no se entienda mal: nuestra acogida como cristianos que somos, a hermanos y hermanas de otra cultura. Debemos, animados por el Espíritu Santo, crear espacios para una verdadera comunión que acepta al otro en su situación real. Eso sólo es posible en clave de Pascua, en un cambio profundo de conversión y aceptación.
Hoy como ayer no es fácil aceptar lo nuevo, lo sorprendente y lo inusitado. Por eso San Juan proclame fuertemente que la verdadera fe se traduce en un compromiso ético de los creyentes, y que se traduce en una autentica vivencia de la doctrina enseñada. En nuestro mundo, dominado por la imagen, (hay quienes tienen como verdad lo que la TV presenta) es necesario traducir en realidades visibles la verdad que profesamos como creyentes. La Iglesia pide solemnemente para que los creyentes sean testigos más convincentes en medio del mundo actual: vivir como hermanos, como un signo de que Cristo está vivo.
Por eso el evangelio de este domingo nos exhorta que la única manera de dar testimonio verdadero estar injertos en Cristo: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto” (Jn 15: 1-2). Somos llamados a formar un ser vivo con el propio Jesús. Tengo que insistir una y otra vez en que ser sarmientos de la misma vid o miembros del mismo cuerpo, es un honor para los sarmientos y para los miembros, es decir, para ti y para mí que por el bautismos fuimos injertados en Cristo. Las dos cosas, vid y sarmiento, inseparablemente unidas, transformaría nuestra comprensión de la Iglesia a la que pertenecemos los que hemos recibido el bautismo y escuchamos estas palabras.
Si tú te enfrentas en este momento a situación de no aceptación, recuerda seguir el consejo de Jesús: Humillarse ante Dios. Aceptar tu cruz como se acepta ser podado por el Padre, con su amor viticultor, que siempre hace lo que es mejor para cada uno. Como fruto de nuestra fe tiene que ser: la paciencia, la bondad, la generosidad, la misma fe, mansedumbre, y la castidad y “buenas obras” (Efesios 2:10). “Pórtense se tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor,” que su creencia en Jesús se distinga (Mt 3: 8). Glorificar a Dios con mucho fruto y ser su fiel discípulo. “Esa debe ser la prueba de que necesitan” (Mt 8: 4).
Dios nos de la gracia para ser verdaderos testigos del grandioso amor de Dios. Que nuestras acciones, tanto de comunidad como personal, demuestren el amor que como hermanos y hermanas nos tenemos. Que el amor entre nosotros se vuelva evangelizador y muchos hermanos y hermanas quieran abrazar nuestra fe. Amen.